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Discurso de incorporación de Samuel Lillo a la Academia Chilena de la Lengua (1929)

Samuel Lillo participó en diferentes asociaciones de carácter intelectual, aspecto de su trayectoria a la que se refirió en su libro de memorias Espejo del pasado (1947). Una de estas fue la Academia Chilena de la Lengua, de la cual fue parte por varios años.

A fines de 1928, se nombró a Samuel Lillo como miembro de número de la Academia en reemplazo del escritor Francisco Concha Castillo (1855-1827), quien había fallecido recientemente. El 9 de junio 1929 se realizó la ceremonia de incorporación, en la que Lillo presentó su discurso (Araneda, Fidel. "Don Samuel A. Lillo y El Ateneo de Santiago". Atenea. Número 397, 1962, p. 159). Posteriormente, se le nombró Secretario Perpetuo de la institución, cargo que tuvo hasta 1936 (Díaz, Miguel Ángel. "Vida y obra de Samuel A. Lillo". Occidente. Número 233, 1971, p. 16).

El discurso de incorporación de Lillo se tituló "Las Academias Hispano-Americanas y el mantenimiento de la unidad del Castellano". Como era costumbre en los discursos de la ceremonia de integración de un nuevo miembro de esta institución, Lillo se refirió, primeramente, a su antecesor y en la segunda parte de su elocución trató un asunto relacionado con la lengua castellana.

El asunto lingüístico tratado por Lillo en la segunda parte de su discurso fue la necesidad de que las Academias de la Lengua de Hispanoamérica velaran por la unificación del castellano. Este llamado lo justificó a partir de tres razones: la primera, debido al rápido desarrollo de los medios de comunicación. Un segundo aspecto que consideró que amenazaba la unidad del español se refería al carácter geográfico de América, el que, según su punto de vista, propiciaba la posibilidad de formación de dialectos con "caracteres propios que, si se perpetúan y generalizan en el territorio, forman a la larga una modalidad lingüística especial". Un tercer asunto se refería a que, en algunos países americanos, específicamente mencionó el caso de Argentina, se habían manifestado "anhelos de llegar a poseer un idioma nacional" (Lillo, Samuel. Las Academias Hispano-Americanas y el mantenimiento de la unidad del Castellano. Santiago de Chile: "Balcells & Co.", 1929, p. 13-15).

Con el fin de alcanzar el objetivo de la unificación del castellano, Lillo presentó propuestas concretas. Primero, la necesidad de un "Congreso del Idioma", que se celebraría cada dos años con el propósito de crear y promover "los medios más eficaces para mantener la integridad y pureza del Castellano en América, entre los cuales habrá de tener preferencia la preparación de un Léxico Hispano Americano que se agregaría como un suplemento al Diccionario de la Real Academia". Una segunda propuesta fue la inclusión de intelectuales más jóvenes en la Academia: "Otra de las tareas que cumple llenar a las Academias Hispano-Americanas es procurar remozarse, a fin de que pierdan el sello de vejez y el carácter de tumbas arqueológicas con que las considera la juventud dinámica de América" (Lillo, p. 19-20).

Años más tarde, en sus memorias Espejo del pasado, Lillo volvió a insistir en este punto, pues aún consideraba necesaria la inclusión de miembros más jóvenes a la Academia: "Pero para evitar que se diga que la Academia consta solamente de valetudinarios, es preciso, como dije en mi discurso de incorporación, que ella atraiga a los hombres que están todavía en la plena madurez de sus facultades y demuestran, a pesar de la edad, entusiasmo y ardor por los trabajos que se relacionan con el cultivo de las letras y la corrección del idioma" (Lillo, Samuel. Espejo del pasado. Santiago: Nascimento, 1947, p. 388).

Posteriormente, en 1929, este discurso se editó como libro bajo el título Las Academias Hispano-Americanas y el mantenimiento de la unidad del Castellano.