A finales del siglo XIX y principios del XX operaba en Chile una lógica en las artes plásticas coherente con el orden político y cultural de esos años; es decir, "un reducido grupo de personas, mecanismos y órganos de poder ejercía la direccion intelectual, incitaba la adhesión de un público que valoraba las representaciones conocidas o reconocidas y legitimaba asi económica y socialmente el arte académico y sus distintos géneros" (Lizama, Patricio. Notas de Arte, p. 11). En función a esa dinámica cultural, algunas publicaciones aisladas en revistas y periódicos comenzaron a ampliar la visión que se tenía de la disciplina y a legitimar formas de arte alternativas. Algunos de los artículos al respecto publicados en La Lira Chilena dan cuenta de este proceso de transición que más tarde posibilitaría el surgimiento de la llamada Generación del 13 y su arte social.