Subir

Los niños en la literatura

La literatura no sólo se volcó a satisfacer la demanda de un creciente público infantil, sino que también varios autores intentaron mostrar la compleja sicología de los niños, en obras como El niño que enloqueció de amor (1915) de Eduardo Barrios, y Niño de lluvia (1938) de Benjamín Subercaseux. En otras se utilizó la figura protagónica de un niño para ilustrar las condiciones de pobreza, lo que se aprecia en El roto (1920) de Joaquín Edwards Bello y La mala estrella de Perucho González (1935) de Alberto Romero; o bien, el temprano despertar de la conciencia proletaria, como ocurrió con La sangre y la esperanza, de Nicomedes Guzmán (1943). En otras obras se buscó mostrar la sensibilidad de un niño enfrentado a la marginalidad, a veces con ribetes líricos como La Vida simplemente de Oscar Castro, moralizantes como Palomilla brava de Víctor Domingo Silva o en un tono desgarrador y desprovisto de candor que se refleja en El río de Alfredo Gómez Morel.