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Santo Oficio de la Inquisición

El Tribunal de la Inquisición sólo podía juzgar los delitos de adivinación y hechicería cometidos por españoles.

En Chile, sólo se conocen tres procesos tramitados por el comisario de Santiago, todos ellos anteriores a 1587: Francisca de Escobedo y otras mujeres acusadas de practicar hechizos y haber tratado con indios sobre estas cosas; Juana de Soto culpada por hechizos y supersticiones y Diego Mazo de Alderete incriminado por quiromancia y decir blasfemias. Por diversas razones, ninguno de estos procesos acabó en sentencia.

Diferente fue el caso de María de Encío, casada con Gonzalo de los Ríos (abuelos paternos de La Quintrala), quien fue encarcelada con secuestro de bienes por el Santo Oficio en 1579, acusada de diversos delitos. Aunque negó la mayoría de ellos, confesó que en su juventud había pedido a una india que le diese algo para que su marido la quisiera, pues éste tenía algunos amoríos; que anduvo trayendo una raíz guardada en su pecho hasta que su confesor le dijo que era pecado; que leía la palma de sus manos, aunque sólo conocía la línea de la vida y que había consultado a una india para saber si su hijo que se había perdido en la guerra, estaba vivo o muerto. Los demás cargos no pudieron ser probados al demostrarse que quienes habían testificado en su contra y el juez que había iniciado el proceso, eran enemigos suyos. Fue condenada a abjurar de levi (abjuración a la que se recurría en casos en que los indicios de culpabilidad eran leves) en la sala de la Audiencia, a pagar mil pesos ensayados y otras penitencias espirituales.

En el siglo XVIII, sólo se tiene noticias de un esclavo de un convento mercedario de Chimbarongo, que hacía magia amorosa con hierbas, y de una zamba que en Santiago adivinaba la suerte de sus clientas con los hombres mediante el humo del cigarro. Esta última fue condenada a abjurar de vehemente (abjuración utilizada en casos en que existían fuertes indicios de culpabilidad) y desterrada a Valdivia durante diez años.