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cuevas

El uso de las cavernas se remonta a las prácticas mágico-religiosas del período paleolítico. Presente en numerosas culturas arcaicas, tenían un papel relevante en ciertos ritos de iniciación chamánica, al constituir una metáfora de descenso hacia las regiones sagradas subterráneas.

En Europa, la más conocida desde la Baja Edad Media, era la Cueva de Salamanca de España, célebre por ser el lugar donde, se decía, el demonio iniciaba a sus discípulos.

En América, existen múltiples relaciones mágico-religiosas con lo subterráneo y se ha encontrado evidencia del uso ritual de cuevas. Para el caso chileno, encontramos relatos al respecto en los cronistas indianos, quienes cuentan que la machi y el boquibuye de la Araucanía acostumbraban a recluirse en cavernas, denominadas por los hispánicos "salamanqueras" o "Casa Grande", para celebrar ciertos rituales y ejecutar actos que los cronistas asimilaban a los practicados en numerosas religiones europeas.

Aunque en el caso de Chile las referencias son escasas, varias cuevas de brujos fueron mencionadas en procesos judiciales seguidos durante la Colonia: una cerca de Boroa (1693), otra en Longaví (1749) y otras dos ubicadas en cerros cercanos a Chillán (1749). En Chiloé en tanto, la célebre Cueva de Quicaví, también conocida como "Salamanca", parece remontarse a 1787. De la única que se confirmó su existencia fue la de Boroa, inspeccionada por una autoridad en 1693.