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Primera Cruz Roja

El origen de la Cruz Roja se ha atribuido a las gestiones del negociante suizo Henry Dunant quien, habiendo sido testigo de la Batalla de Solferino -un cruento enfrentamiento librado durante la guerra de Crimea (1854-1856)-, se dedicó a sensibilizar a la sociedad civil sobre la importancia de la asistencia a los heridos o enfermos que resultaran en cualquier enfrentamiento bélico.

En 1863, el presidente de la Sociedad de Utilidad Pública de Ginebra, Gustavo Moyner, propuso a Dunant aunar los esfuerzos de diferentes instituciones de beneficencia en una sola organización, la que recibió el nombre de Comité Internacional de Socorro a los Militares Heridos. El 26 de octubre de ese mismo año, se reunieron los cinco fundadores de este Comité, quienes determinaron en diez resoluciones los objetivos de la Cruz Roja, creando así su primera Carta Fundamental. Entre estos principios destacaban la centralización, entendida como una unidad de dirección de todas las sociedades nacionales, obedeciendo a un único órgano central o superior. En segundo lugar, la prevención, es decir, la continuidad y permanencia en periodos de paz de la asistencia a los enfermos y la sanidad en los ejércitos. Seguía en orden la mutualidad, concebida como aquel deber de asistir a los heridos o enfermos de cualquier nacionalidad. Finalmente, la solidaridad, principio en virtud del cual todas las sociedades que no tomaban parte en una guerra, debían prestar sus servicios a las naciones beligerantes. Además, en esta ocasión se resolvió que la institución llevaría un nuevo nombre: Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

Con el fin de actualizar y consolidar estos lazos, las sociedades de Cruz Roja de cada nación celebraron constantemente convenciones en las que se resolvían asuntos de importancia internacional. Entre éstas, vale destacar la Convención de Ginebra, celebrada en 1864, en la que se acordaron distintos principios que guiaron la actuación de la Cruz Roja en los distintos países en donde existía, entre ellos, Chile. Estos principios se agruparon en un texto llamado Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos en los ejércitos en campaña, el que a su vez dio origen al Derecho Internacional Humanitario y consagró la neutralidad y protección de aquellas personas, vehículos o edificios que llevasen la insignia de la institución: la cruz roja sobre fondo blanco.