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La criminalidad durante el siglo XIX

Durante el siglo XIX, diversos fenómenos provocaron una profunda modificación en las percepciones sobre lo que se consideraba delito en la sociedad chilena. Uno de ellos fueron las guerras de la independencia. El caos económico, social y político que siguió a las luchas entre patriotas y realistas propició que el campo chileno fuera el escenario de la aparición de un nuevo personaje delictivo: los bandoleros. El bandidaje rural en Chile Central se convirtió en una de las fuerzas enemigas más poderosas con las que tuvo que luchar Diego Portales. Representaron un foco de poder alternativo y subalterno que complicó el proceso de construcción del Estado republicano.

Los bandidos llegaron a ser tan poderosos y difíciles de controlar que, incluso, muchos hacendados debieron establecer acuerdos con ellos para no sufrir el hurto y el robo de sus animales y haciendas. A favor de los bandoleros jugó no solo una fuerza represiva deficiente, sino que las leyendas y mitos que rodearon sus figuras. Hombres como Pancho Falcato, Juan de Dios López o Ciriaco Contreras se transformaron en héroes populares, puesto que representaban el arquetipo del hombre libre y apartado de las normas sociales. A tal punto que algunas de sus tumbas devinieron en Animitas.

Pero también hubo otros delitos que se originaron en las ciudades. Soslayando las diferencias políticas entre conservadores y liberales, la clase política consideró que debía controlar a la población para conseguir el proyecto de unidad nacional. Se organizó, entonces, un sistema policial para resguardar el orden institucional. Además, eliminadas las diferencias de castas con el Decreto de Chilenidad aprobado por Bernardo O'Higgins en 1818, se planteó un nuevo sujeto jurídico sin diferencias como estipulaba el derecho indiano. Desde ese momento, todas los chilenos era personas, en teoría, iguales ante la ley.

Desde mediados del siglo XIX, Santiago experimentó una fuerte migración proveniente de las zonas rurales. La modernización económica produjo nuevas oportunidades de empleo. Esta explosión demográfica causó un crecimiento acelerado de la ciudad y el surgimiento de barrios marginales. En estas circunstancias, aumentó la delincuencia urbana, y la preocupación de las autoridades por establecer un registro contable de los delitos. Según el Anuario Estadístico de la República de Chile (1870-1871), y en forma similar a lo ocurrido en el periodo colonia, las transgresiones más recurrentes eran el robo o hurto, el homicidio y la vagancia. No obstante, también surgieron nuevas tendencias delictuales, como por ejemplo el abigeato, o robo de animales, el "desacato e insubordinación", la "rufianería", la "torcida administración de justicia", entre otros (Anuario Estadístico de la República de Chile correspondiente a los años de 1870 i 1871, p. 124).

Por su parte, las estadísticas realizadas por Benjamín Vicuña Mackenna durante 1873 y 1874 arrojan continuidades y algunas diferencias. Para ese año, los delitos más cometidos fueron la ebriedad y el hurto. Le siguieron, en orden, la "injuria de hechos", la "sospecha de hurto", y el "abuso de confianza". Además, según el mismo documento, se penalizaron delitos como, "raptos de niñas", "bestialidades", "inducir a la prostitución a hijas de familia", "relaciones ilícitas con hijas de familia", "escandalizar a niñas pequeñas" y "andar con monedas falsas" (Benjamín Vicuña Mackenna. La policía de seguridad en las grandes ciudades modernas. Londres, París, Nueva York, Santiago, pp. 36 - 37).

Uno de los fenómenos más relevantes de esta época es la aparición y consolidación de la delincuencia femenina. Entre 1830 y 1840, el universo de delitos cometidos en Santiago alcanza los 32.854 casos. El delito femenino alcanzó el 11, 2% del total. Aparte de los delitos al matrimonio -infidelidad, amancebamiento, amistad ilícita- característicos de la época colonial, las mujeres participan del robo, la ebriedad, la agresión física, la fuga y la seducción (Marcelo Javier Neira Navarro. "El delito femenino en Chile durante la primera mitad del siglo XIX", Mapocho, 51, (2002): 119-138).

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