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participación del negro en el mestizaje

La sociedad colonial elaboró diversos términos para clasificar a los negros, dando cuenta de su diversidad y heterogeneidad. Primero, por su origen: si habían nacido en Chile se les denominaba "criollos", mientras que si provenían del tráfico negrero eran llamados "africanos". Segundo, por su grado de civilización: aquellos que conocían la lengua castellana y las formas de vida española eran "ladinos". Quienes no dominaban el lenguaje hispano eran llamados "bozales", aludiendo a que tenían un objeto en la boca que provocaba su mala pronunciación. Existieron también otras denominaciones. Se les llamó "infieles" a quienes provenían de una religión distinta de la cristiana y no habían sido bautizados aún. Finalmente, se dividían según su condición jurídica, encontrándose los esclavos, los libres y los "horros" o libertos -aquellos que conseguían su libertad mediante la manumisión.

El padre Alonso de Ovalle relata diversos sucesos que dan cuenta de esta diversidad. Preocupado por la evangelización de los negros, el padre de la Compañía de Jesús relata en su Histórica Relación del Reino de Chile que le consultó a una negra si estaba recién bautizada. La mujer se exaltó y contestó airada: "ha muchos años que me bautizaron y me he criado siempre entre españoles" (Ovalle, Alonso de. Histórica relación del Reyno de Chile y de las missiones y ministerios que exercita en él la Compañía de Jesús. 1646, p. 348). Ovalle sostiene que esta reacción se explica "porque se afrentan los que están reputados por cristianos antiguos de que les toquen esta tecla, porque es tratarlos como bozales de que ellos se corren mucho" (Íbidem, p. 348).

A pesar de estas diferencias internas, la sociedad colonial reunió a todos los hombres de piel oscura -africanos, criollos, ladinos, bozales u horros- con el término de "negros". Y cualquier negro era, también, un esclavo en potencia. Tanto Diego Barros Arana como Francisco Antonio Encina postularon que los negros, y su mezcla con otros estratos de la población durante el periodo colonial, tuvieron una escasa participación en la conformación del pueblo chileno. Ambos autores basaron sus conclusiones principalmente en los cronistas del siglo XVI. La mención de macabros episodios del encuentro entre negros e indígenas fue usado como un argumento para probar un supuesto rechazo sexual mutuo.

Algunas cifras demográficas desmienten esas visiones y demuestran el activo rol que tuvo el negro en el mestizaje desde la Conquista. Gonzalo Vial calculó que en 1558 los negros y sus mezclas alcanzaron la cifra de 5.000, frente a los 2.400 españoles que se estima vivían en Chile coetáneamente. En el censo del Obispado de Santiago de 1778, uno de los tantos empadronamientos del período colonial, el 15,2% de la población se reconocía como mulato(a), mientras que el 3,6% fue inscrito como negro(a). Incluso, un estudio de Arturo Grubessich sobre las opciones matrimoniales corroboran esas cifras. Los negros habrían escogido, mayormente, a las indias como parejas.

Las uniones interraciales originaron nuevas mezclas y también nuevas designaciones. El "mulato" fue el resultado del cruce de un español (o blanco) y un negro. Mientras que con el nombre de "zambo" se denominó a la mezcla entre un indígena y un negro.

Los cruces entre las mezclas de las mezclas proporcionaron un nuevo problema a esta complicada nomenclatura del mestizaje. Por ello, existieron otros calificativos, aunque secundarios. El "cuarterón" era el hijo de un español o blanco y una mulata. "Requinterón" fue llamada la cruza entre un cuarterón y un blanco o español. Estas designaciones intentaban explicitar que la persona en cuestión tenía solo un cuarto o un quinto de sangre negra, la más contaminante según la visión de la época. De esta forma iban acercándose, paulatinamente, a la pureza de sangre, representada por la española.