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práctica simbólica

Para llevar a cabo sus retratos, Tsunekawa se hacía valer de todo un atrezzo ('utilería') decorativo dispuesto en su taller. La escenografía utilizada en el estudio se cuidaba al detalle, porque el retrato era concebido como un símbolo de status, donde cada objeto funcionaba como un indicio alegórico de la identidad del modelo. Libros, juguetes, crucifijos, mobiliario simulado, fondos pintados, entre otros recursos, contribuían a elaborar una representación del sujeto capaz de dar cuenta de sus atributos, valores y aspiraciones.

Sus fotografías muestran, ante todo, delicadeza para con el fotografiado, además de un estilo preciosista que alcanza cierta afectación, tanto en las posturas, como en la propia calidad de la imagen, retocada y repintada para disimular los defectos y las arrugas faciales. En algunos casos se procedía al coloreado a mano de la fotografía, proceso que normalmente era llevado a cabo por un pintor, quien, mientras se fotografiaba al modelo, apuntaba rápidamente el color de la tez, los ojos y el pelo, para restituirlo después en la fotografía. En el caso del "Estudio Tunekawa", este proceso era realizado, desde los años cincuenta, por su esposa e hijo. En este tipo de retrato, la artificiosidad era tal, que "hasta convenía especificar si se deseaba obtener un retrato 'con parecido', para que quedara algo de los rasgos del retratado". Se llegaba, por tanto, a la teatralización de ciertas actitudes, convirtiendo el gabinete fotográfico en un auténtico templo escénico.