Subir

Instrucción primaria femenina

Durante la Colonia y principios del siglo XIX, la oferta educacional para las mujeres fue muy limitada y restringida a la aristocracia. Se impartía enseñanza en algunos conventos o se recibía educación de forma individual por medio de familiares, institutrices o sacerdotes cercanos, como el caso de Luisa Recabarren, discípula de Fray Camilo Henríquez. Sin embargo, en los albores de la patria surgió la preocupación por impartir educación a los mujeres, así lo expresó el líder independentista José Miguel Carrera con un decretó que ordenó la instalación de escuelas primarias para mujeres en los conventos de monjas en 1812. Al año siguiente se refrendó el proyecto a través de una ley que establecía el levantamiento de escuelas para cada uno de los sexos en ciudades y en sectores rurales con más de 50 habitantes, pero la falta de maestros y locales hizo fracasar esta propuesta. En tanto, fueron órdenes religiosas las que proveyeron de educación elemental a las niñas, pero también a niños debido a la baja cobertura de escuelas estatales. Manuel Montt, ministro de Instrucción Pública del presidente Manuel Bulnes, y posteriormente, mandatario de la República, retomó el interés por este asunto. A su juicio, era fundamental que las mujeres recibieran educación elemental que las liberara de la ignorancia, porque eran las primeras y principales formadoras de sus hijos, futuros ciudadanos de la nación. Domingo Faustino Sarmiento, comisionado por el gobierno de Bulnes para estudiar modelos de instrucción primaria en el extranjero, escribió la obra De la educación popular, que integraba a las mujeres. Su libro fue la base del proyecto que derivó en la Ley de Instrucción Primaria suscrita en 1860. En virtud de esta ley el Estado fiscalizó el funcionamiento de las escuelas particulares, aunque no podía intervenir en su enseñanza ni en sus métodos de aprendizaje.

En 1864, existían 599 escuelas públicas y 437 privadas, del total 315 eran de niñas. El año 1874, de las 806 públicas y 478 privadas, 400 eran de niñas. A esta cifra de escuelas se agregaban las mixtas, que sumaban alrededor de 220. Si bien las escuelas de hombres superaban con creces a las femeninas, y similar suerte ocurría con el estudiantado, es significativo el incremento de alumnas entre estos años, pues de 17.879 alumnas en 1864, ya figuraban 34.723 en 1874. Por su parte, los alumnos en este último año bordeaban los 50.720, de contar con 33.415 diez años antes.