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Veintitrés números publicados

Los objetivos de la revista Instantánea fueron manifestados por su equipo directivo en la editorial del primer número. En ésta, se expresó el claro deseo de que Instantáneas fuera una publicación cercana a los lectores, en lo posible que llegara a todos los hogares de Chile: "Instantáneas no viene a llenar ningún vacío, no baja a ninguna clase de arena, no pondrá versos al pie de los retratos de señoritas, ni hablará bajo ningún pretexto de la decadencia de la raza latina.

Instantáneas no es importada, no le gusta lo francés más de lo que de su patria, no hará comparaciones de ninguna clase con Buenos Aires, y promete ser más santiaguina que la Alameda y el Tajamar. Instantáneas no pretende hacer desenvolvimientos de ninguna clase, ni contribuir al adelanto de las artes y las ciencias, que bien se están ellas sin nosotros y nosotros sin ellas. Aspira modestamente a valer los diez centavos que cuesta, a entrar en todos los hogares, a presentar bajo forma artística o simplemente amena todo lo que pase por esas calles de Dios, y a ser; en una palabra, la buena amiga del Domingo.

Prometemos sí, formalmente, que si se publican series de retratos, no pondrá al frente nuestros literatos, nuestras mariposas, nuestros médicos, por temor de que al llegar el turno a los viejos servidores públicos, sea menester hablar de nuestras calvas.

Instantáneas no tiene color político... Excusado es decir que si lo cree necesario usará para sus ilustraciones todos los colores del arco iris, entre los cuales es natural que no figure aquél, porque la política no puede ir jamás sobre un emblema de paz.

Instantáneas tratará de gustar a todos: tanto al refinado hombre de letras que lee a Bourget y a Rostand y admira solo a Beethoven, como al que se encomienda solo a Fray Andresito, lee a Guajardo y oye al maestro Lucero.

Lo que prometemos es poco, y lo que deseamos mucho. A nosotros toca cumplir... y ustedes a pagar".

Luis A. Román destaca en sus "Notas quincenales. Un recuerdo" que "Instantáneas fue la primera revista ilustrada al estilo moderno que hubo en Chile, allá por los años de 1900; ella fue precursora de las grandes revistas que le han seguido después. La empresa fue ruinosa por el lado económico, pero sirvió para educar el gusto del público, acostumbrado a leer las revistas de entonces, plagadas de poesías eróticas escritas en estilo rimbombante. Esta revista logró entusiasmar a don Agustín Edwards, quien concibió la idea de editar Zig-Zag, en talleres propios montado a la europea" (Revista Católica, 1 de octubre, 1921, p. 577)

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