Subir

La filosofía ilustrada

La filosofía ilustrada llegó a Chile de la mano de la política, ayudando a sostener parte de las bases sobre las cuales se intentarían forjar las nuevas organizaciones políticas americanas.

Las ideas de progreso, emancipación y los conceptos modernos de Estado y Nación, parecieron ser las ideas más importantes que se importaron a Chile y que, luego, no sólo habrían de influir en el pensamiento de los intelectuales liberales y, aunque parezca paradójico, de ciertos políticos conservadores de mediados y fines de siglo, sino que, además, parecieron depurarse en parte de la constitución política y educacional de la historia de Chile hasta bien entrado el siglo XX.

Los conceptos modernos de estado y de nación resultaron ser radicalmente importantes en la medida en que, una vez terminadas las guerras de la independencia, y una vez lograda la soberanía territorial, lo que había quedado por asentar era el fundamento y el proyecto político en base al cual las sociedades civiles y políticas pudieran constituirse como tales y ser reconocidas por el "género humano" en la comunidad de las naciones modernas. En otras palabras, lo que se necesitaba era refundar un nuevo concepto de estado, distintivamente ajeno al instituido por el centralista gobierno español y más cercano, por tanto, al ofrecido por el pensamiento ilustrado, encarnado por Francia e Inglaterra.

El aumento de los viajes hacia y desde Europa, sobre todo Francia e Inglaterra; la llegada de notables extranjeros que se avecindaron en Chile y que aportaron con mucho al desarrollo intelectual del país en los ámbitos políticos, filosóficos, científicos y educacionales; el surgimiento de señeros personeros chilenos que lograron pensar y otorgar una particular y nacional impronta a la influencia de la filosofía ilustrada europea, fueron los más importantes sucesos que demarcaron la introducción de dicha filosofía en Chile.

Entre los extranjeros mencionados cabe señalar la presencia del notable Simón Rodríguez (1771-1854), maestro del Libertador, gran lector de las obras de Diderot, Montesquieu, Hobbes, Rousseau y Spinoza y formidable educador, quien ejerció una importante influencia en el pensamiento político de don Francisco Bilbao y de don José Victorino Lastarria. La presencia de Andrés Bello, decisivamente determinante para el desarrollo no sólo jurídico sino, además, educacional y cultural del país. En él, la influencia de la filosofía ilustrada no sólo quedó demarcada en parte del peculiar, y hasta el momento poco reconocido, pensamiento filosófico ecléctico que sustentaba, sino sobre todo en la estructura normativa del código civil, heredero del código napoleónico y en consecuencia heredero de parte de los ideales de la ilustración. A ello, se sumaron los empeños por fundar una nueva Universidad en la que se diera curso a la importancia soberana de la educación y a través de la cual el estado chileno pudiera asegurarse el derecho de preservar la estrecha relación que debía existir entre moralidad y política para la formación de los ciudadanos de la república de Chile.

Otro de los extranjeros que ejerció notable influencia filosófica en la estructura jurídica e institucional de la entonces naciente república de Chile fue don Juan Egaña (1768-1836). Inclinado más bien hacia la revalorización de la filosofía platónica, de carácter político, educativo y moralizante dejó en parte plasmado sus ideales utópicos en las constituciones políticas que redactó en los años 1811, 1812 y 1823. Al respecto, deben realizarse cuatro pertinentes alcances. El primero dice referencia a la mentada revalorización del pensamiento platónico que ideológicamente implicaba una suerte de crítica a los fundamentos de carácter aristotélico y tomista sobre los cuales se había asentado, en primera instancia, la lógica y el ideario de la colonización española. El segundo apunta a una cuestión mucho más radical porque apela a la valorización suprema del papel del estado, que está absolutamente presente en el pensamiento político y filosófico de Platón, pero que ha estado, además, relacionado con la aparente afición chilena por constituir un estado autoritario, paternalista y presidencialista. El tercero, refiere a la íntima relación que sustenta entre virtud y educación. Y, el cuarto, al establecimiento de una visión de la realidad más bien utópica que pragmatista. Cuestión que en América Latina y en Chile ha adquirido particular relevancia sobre todo en los últimos cincuenta años de vida republicana.

Sin embargo, a poco andar, surgió la figura y la obra de uno de los más originales filósofos chilenos, Jenaro Abásolo, que a la par que comentó agudamente las obras de algunos de los más importantes pesadores alemanes como Leibnitz, Kant y Hegel, presentó una también aguda crítica en lo que concernía al modo en que América se relacionaba con el pensamiento europeo, estableciendo la necesidad fundamental de que el mencionado continente constituyera, desde si y para si, particulares maneras de comprender la propia realidad.