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Identidad obrera masculina

La alta movilidad de los trabajadores de la minería, el ausentismo laboral, el alcohol y el juego ocupaban un lugar importante en la sociabilidad obrera. Éstas eran algunas de las conductas masculinas que las distintas compañías mineras, ya fueran de carbón, salitre o cobre, intentaban desterrar de sus espacios de producción, en función de sus intereses económicos. En pos de la transformación del carácter del trabajador, las empresas recurrieron a diversas medidas, algunas violentas y radicales, como el uso de la fuerza policial privada o el despido, y otras que, por la vía de la gratificación, compelía a los obreros a sintonizar con ellos. El ofrecimiento de viviendas y una oferta educacional para los hijos, por ejemplo, resultaba atractivo para la instalación permanente de los trabajadores en las minas. A su vez, la contratación de hombres casados, era una estrategia de centros productivos como El Teniente, que apostaban a que los obreros en esta condición serían renuentes al conflicto sindical y se esforzarían en el trabajo para cumplir con sus obligaciones como jefes de familia. Esta misma compañía propició el matrimonio entre sus trabajadores, exigiéndoles a partir de 1920 contraer enlace si se comprobaba que sostenían relaciones íntimas con mujeres solteras. Regalías salariales, exclusivas para los trabajadores casados, apuntaban igualmente en esa dirección. Las empresas solían fomentar la competencia entre los trabajadores a través de concursos para batir récords de productividad y estimulaban el uso de sus horas libres en clubes deportivos, escuelas de alfabetización y actividades culturales. Las agencias estatales compartían con el sector privado este afán por promover el ocio saludable de los asalariados, para lo cual también crearon centros y programas dedicados a estas iniciativas en las ciudades.

La identidad del minero era difícil de moldear, pero en ello pusieron todo su empeño las visitadoras sociales empleadas por las compañías. Entre otras metas, estas profesionales se proponían alejar el vicio de los trabajadores, evitar el malgasto de su remuneración, tramitar legalizaciones de uniones de hecho e hijos ilegítimos, educar a las esposas en su papel de dueñas de casa y mediar en casos de violencia conyugal, habitual en virtud del machismo minero y la dependencia económica de las mujeres.