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hijas y esposas

Antonia Salas de Errázuriz y Rosario Rosales fueron hijas de patriotas castigados por su participación en la guerra de Independencia. Ambos padres fueron desterrados a Juan Fernández en 1814, tras la derrota de Rancagua. Esta condena afectó también al marido de Salas, y en el caso de Rosales, ella la experimentó en carne propia, pues decidió acompañar a su padre a la lejana isla.

Entre otras esposas que se involucraron en el proceso, estuvo Paula Pineda, casada con Joaquín Vidal, patriota enviado a Perú en calidad de comisionado. Pineda fue encarcelada en Concepción por no revelar los nombres de los patriotas que se reunían en su casa. Sufrió terribles maltratos durante su presidió, al igual que su marido al ser apresado en Perú. La dureza de la reacción realista igualmente cayó sobre María Silva de Salinas, a quien los soldados realistas propinaron varios azotes para que delatara a un grupo de patriotas, entre ellos a su esposo. Cuenta la historia que resistió guardando lo que sabía, sin embargo su cónyuge no salvó de la muerte. Por su parte, Agueda Monasterio, nacida en 1772, era cónyuge de Juan Lattapiat, con quien compartía las ansias emancipadoras desde la época en que recién se gestaba el objetivo. En plena contienda, su casa se convirtió en asilo de los comisionados que enviaba José de San Martín en 1816 para informarse de lo que ocurría en Chile. Por sus ideales fue perseguida durante el gobierno de Casimiro Marcó del Pont. Ella y su hija Juana fueron procesadas y estuvieron a punto de morir, librándose de ello gracias al triunfo libertario en Chacabuco. Dos de sus hijos dieron su vida por la causa independentista. Ella murió en 1817 sin poder celebrar la victoria definitiva.