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Investigadora, educadora e intérprete del folclor chileno

La primera manifestación de sabiduría popular la conoció Gabriela Pizarro de su nana Elba González, proveniente de Cañete. Cantora de chinganas y manifestaciones religiosas, además de artesana de flores y adornos para altares religiosos. Fue ella quien motivó la inquietud de Gabriela desde muy temprano. Al arribar a Santiago, su interés musical se plasmó en algunos estudios de música, aprendiendo piano en el Colegio Universitario El Salvador junto a la hermana Ludovic y luego junto a su madre, profesora de música en la Escuela Nº 55 de Peñalolén. Su ignorancia en la lectura musical le impidió ingresar al Conservatorio, lo que la llevó a incursionar en la guitarra con la profesora Isabel Soro.

Su labor más profunda en el ámbito de la investigación del folclor fue incentivada por el curso que tomó con Margot Loyola en la Universidad de Chile. Allí se dio cuenta que lo que había aprendido espontáneamente, como adivinanzas, bailes, canto, recetas de cocina o tejidos, podía ser estudiado con rigurosidad. Fue así como volvió a su tierra natal, Lebu, y se contactó nuevamente con Elba González, de quien recopiló sistemáticamente todo su conocimiento en el canto popular y en la sabiduría de su tierra. Junto a ella, aportaron en sus apuntes la señora Miguelina, cantora; doña Noemí Chamorro, cantora profesional; y doña Olga Niño, curandera y yerbatera.

De vuelta en Santiago, en 1955, ingresó al Coro de la Universidad de Chile, instancia en la que fundó junto a Jaime Rojas el grupo Gualpén. Conoció también a ilustres personalidades del folclor, como Manuel Dannemann, Alfonso Letelier, Raquel Barros y Violeta Parra, a quien incluso reemplazó en algunas audiciones por Radio Chilena. En 1957 comenzó a trabajar en la difusión del folclor en la Casa de la Cultura de Ñuñoa y el año siguiente fundó el grupo Millaray, con el que partió a Chiloé y realizó una de las mayores investigaciones folclóricas de la isla grande, sobre la base del conocimiento de cultores como Isaías Tacul, cantor; Felipe Llaipén, músico huilliche; o Caliboro, joven cantor y acordeonista. El trabajo fue plasmado en una presentación en el Teatro Municipal de Santiago hacia el año 1960. Tiempo después, en 1967, aprovechando la invitación de la Universidad de Chile para participar en una jornada de Educación Musical en Ñuble, investigó la tradición de la zona de Chillán. Tres años después recorrió Chanco y Cauquenes, recopilando canciones religiosas que plasmó posteriormente en su libro Veinte tonadas religiosas.

Paralelamente a esta labor investigativa, Gabriela Pizarro dictaba talleres y clases en Concepción, Valparaíso y Santiago. En 1970 ingresó a la escuela vespertina del Conservatorio de la Facultad de Música de la Universidad de Chile, a la carrera de Instructor en Folclor.

Durante la década de 1980, a pesar de todas las dificultades, Gabriela Pizarro continuó su labor de difusión del folclor tanto en Chile como en el extranjero. Grabó algunos casetes con su música y montó una serie de obras. Entre ellas la más importantes fue La Pasión de Manuel Jesús, creada junto a Isidora Aguirre, Catalina Rojas, Romilio Chandía, Arssel Angulo y sus hijos, y estrenada en una parroquia de Lo Barrenechea en mayo de 1979. Seis años después ideó los recitales Navidad campesina y Canto a seis regiones, retomando además su labor de investigación sobre el romance en la Universidad de Chile. Con la vuelta de la democracia Gabriela Pizarro, entre muchas otras actividades, hizo clases en el Centro de Danza Espiral y en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, asesoró al grupo folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, y dirigió la Asociación Nacional del Folclor de Chile.