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La identidad de los sujetos femeninos en el género epistolar

La productiva relación de las mujeres con la escritura de cartas ha sido tradicionalmente atribuida a que a ambas se las vincula con los discursos sentimentales, irracionales y subjetivos. Sin embargo, las razones son mucho más complejas y se relacionan con las condiciones de producción, circulación y recepción de las cartas, así como al ejercicio del género epistolar como institución discursiva.

Darcie Doll, en su artículo "Las cartas de amor de Gabriel Mistral o el discurso amoroso de una sujeto en fuga", atribuye esta relación de productividad con el carácter fronterizo de la forma epistolar. Como un instrumento inclasificable que se mueve entre la utilidad informativa, el texto literario, el documento y la autobiografía, la escritura epistolar se desplaza dentro y fuera del campo cultural, entre lo privado y lo público. Así, los epistolarios construyen un sujeto que se mueve entre la autoría y el anonimato, y en el límite entre el emisor real y las figuras textuales.

Estas características permiten que la escritura epistolar inscriba en el ámbito de lo privado una subjetividad que no tiene representación en otras esferas públicas. Tal como explica Darcie Doll, "La configuración de un sistema hegemónico consagró el ámbito de lo privado como espacio de las mujeres, por lo que no es extraño que sea el punto de partida hacia lo público, y lo que al mismo tiempo permita erosionar, transgredir y mezclar lo que se ha marcado en determinado momento como privado y como público" ("La publicación de cartas privadas", p. 181). La escritura de cartas, en particular las cartas de amor, ha funcionado como el sitial estratégico desde el cual las mujeres han tomado la palabra, especialmente en épocas en que emprender la escritura de los géneros llamados 'mayores' era una trasgresión, o una imposibilidad (Darcie Doll. "Las cartas de amor de Gabriel Mistral", 154-155 y "La publicación de cartas" 176). En otras palabras, bajo el pretexto de lo privado, la escritura femenina de misivas sirvió para disgregar las coyunturas ideológicas de la estructura tradicional que la confinaba a la subordinación, situando su voz en la esfera pública, convirtiendo a esta "literatura menor" en un instrumento de articulación de lo individual en político.

En Chile, la escritura de monjas se ha constituido como un precedente importante para la configuración del sujeto femenino. Un ejemplo de ello es el Epistolario de Sor Josefa de los Dolores y Peña y Lillo, del siglo XVIII, pero que es una costumbre que se mantiene en las órdenes eclesiásticas hasta el día de hoy. Es posible encontrar otros epistolarios de mujeres que escribieron durante el siglo XIX: Javiera Carrera, Carmen Arriagada, Rosario Puga y Delfina Cruz Zañartu. Muchas de las publicaciones de estos epistolarios, así como la compilación de Sergio Vergara, Cartas de mujeres en Chile: 1630-1885, destacan en sus introducciones los vínculos familiares de aquellas mujeres con intelectuales y políticos de la época, evidenciando la función del editor.