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cartas de petición

Las autoridades políticas típicamente reciben cartas de peticiones por parte de quienes están sujetos a su poder. Leonidas Morales compendió una serie de misivas de este tipo redactadas durante la Dictadura militar, entre 1973 y 1989, en su libro Cartas de petición: Chile 1973-1989. Se trata de cartas enviadas por víctimas de la represión o parientes de estas a las autoridades gobernantes. Es el desequilibrio entre los interlocutores, así como la circunstancia del poder roto, lo que va a caracterizar este tipo de cartas: "Si el destinatario es una autoridad investida de poder, el emisor en cambio es un sujeto desprovisto de todo poder, más bien alguien 'expuesto' a la malicia y los designios del poder público, que desde esa condición menesterosa se dirige al destinatario para formularle una petición cuya legitimidad se funda en el relato testimonial que le hace. Como no puede 'exigirle' que la acoja, y la aceptación o rechazo quedan entregados en último término a su arbitrio, el emisor desarrolla diversas estrategias discursivas dirigidas a captar su benevolencia" (Morales, Leonidas. Géneros referenciales, p. 41).

Para encontrar un sentido a estas cartas, Morales se pregunta por su tradición, que remonta hasta la época de la Conquista. Los indígenas que aprendieron a leer y escribir utilizaron los misms recursos que el Viejo Mundo utilizó para imponer un orden social al Nuevo Mundo (cf. Rama, Ángel. La ciudad letrada. Santiago: Tajamar, 2004) al escribir cartas de petición dirigidas al Rey o a alguna otra instancia del poder monárquico. Estas incluían reivindicaciones, restauración de derechos, eliminación de gravámenes y otras obligaciones, corrección de abusos, entre otros: "A cinco siglos de distancia, el emisor indígena del siglo XVI y el emisor del XX hablan pues desde una posición análoga [...] En ambos casos el emisor se nos aparece como un signo del orden roto" (op. cit. pp. 47-48).