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Funciones de una enfermera

En Chile, como en todo el mundo, el inicio de la enfermería nació asociado al cuidado de los enfermos hospitalizados. La modalidad de enfermera sanitaria, que surgió en el país en 1927, se diferenciaba de la primera por desempeñarse fuera de los hospitales y porque su quehacer propendía a la salud preventiva más que a la curativa. La enfermera sanitaria o visitadora, trabajaba en centros de salud ambulatorios, privados o estatales, en instituciones públicas de inspección sanitaria y también en hospitales, siempre y cuando su labor se extendiera hacia los hogares de los pacientes. Su profesión era de índole comunitaria en vez de individual y su servicio asistencial contemplaba siempre a la familia. En virtud de esto y el carácter preventivo de su ocupación, la visita domiciliaria formaba parte de sus procedimientos. Sin embargo, esta actividad también era esencial para otra profesional, las visitadoras sociales. En los años cuarenta la superposición de funciones fue un problema debatido entre médicos y enfermeras, algunos propusieron prescindir de las visitadoras sociales en este campo e incluso llegaron a enarbolar la formación de una enfermera-visitadora-matrona para los sectores apartados.

El propósito de que la enfermera sanitaria visitara los hogares era prevenir enfermedades, por ejemplo, detectándolas a tiempo, impartiendo vacunas o revisando el estado sanitario de las mujeres grávidas. En estos casos la enfermera empleaba sus conocimientos médicos, pero lo cierto es que una parte importante de sus tareas prioritarias, como la divulgación de medidas de higiene y la instrucción a las madres sobre el cuidado de sus bebés, también las realizaban funcionarias de la asistencia social.

Tanto las visitadoras sociales como las enfermeras sanitarias se encontraban con múltiples dramas en las familias que visitaban: enfermedades infecciosas, desnutrición, alcoholismo y enfermedades mentales, sin contar el desempleo y pobreza extrema. Así también observaban familias irregulares, es decir, madres solteras y parejas de unión informal, que ansiaban corregir por motivos de moralidad y por pensar que la ilegitimidad constituía una amenaza para la salud infantil. Ante estas situaciones, el papel de ambas era encauzar las soluciones haciendo uso de su manejo en las redes sanitarias y asistenciales disponibles.

Por otra parte, se esperaba que estas profesionales conquistaran la confianza de las familias pobres, para que ellas les confidenciaran sus problemas y fuesen receptivas a sus consejos. Para lograr este cometido, según las recomendaciones de la época, una profesional ideal era aquella que en su trabajo hacía un desplante de virtudes, todas reconocidas como femeninas: abnegación, compasión, paciencia, alta moral, trato cariñoso, sabiduría, entre otras.