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Retrato de estudio

Durante la segunda mitad del siglo XIX, se instalaron en el país diferentes estudios fotográficos, dirigidos, en un primer momento, por fotógrafos extranjeros como William George Helsby y los hermanos Aquiles y Eugenio Courret, que ofrecían diversos artículos y servicios, entre ellos, vistas de ciudades y retratos fotográficos.

Los retratos fueron especialmente requeridos por la clase alta chilena y, a medida que los costos de la técnica fotográfica fueron abaratándose, también por la burguesía. En este sentido, a través de los retratos se rendía homenaje a individuos destacados o que tenían cierto estatus en la sociedad del siglo XIX, como, por ejemplo, héroes de guerra o personajes ilustres, además de ser utilizados con el fin de constituirse, por un lado, en una carta de presentación "frente a la opinión pública" y, por otro, "en un medio de trascendencia, de eternidad" para las personas retratadas y sus familias (Giordano, Mariana y Méndez, Patricia. "El retrato fotográfico en Latinoamérica: testimonio de una identidad". Tiempos de América. Número 8, 2001, p. 122).

En los inicios de la fotografía en Chile, el tiempo de captura con la técnica del daguerrotipo se extendía entre los 20 y los 45 minutos por imagen, por ende, las personas que deseaban retratarse debían mantener su pose por un largo periodo. Por esta razón, frecuentemente, las personas aparecían sentadas o apoyadas en algún mueble. Fue común, además, que escondieran sus manos -en los bolsillos o tras su espalda- o que utilizaran objetos que les permitieran mantener la misma posición y actitud que se deseaba plasmar.

A medida que la técnica fotográfica se fue desarrollando durante la segunda mitad del siglo XIX, el periodo de captura fue reduciéndose, lo que permitió mayor libertad en la pose y, posteriormente, que los retratos se pudieran realizar fuera del estudio fotográfico (Giordano y Méndez, p. 122).

La elección de los objetos para la pose fotográfica, así como la vestimenta y otros elementos decorativos, se hacía en función de la imagen que deseaba ser proyectada al retratarse. Por esta razón, se utilizaron diversos fondos y telones, muchas veces pintados, para representar paisajes o interiores amoblados con sillas y mesas de terminaciones detalladas, libros e instrumentos musicales que tenían por "finalidad amalgamar la imagen con el status y el modo de vida del personaje" (Giordano y Méndez, p. 123).

En 1854, el fotógrafo francés André-Adolphe-Eugene Disderi (1819-1889) patentó la tarjeta de visita, un soporte de formato pequeño y en cartulina para los retratos fotográficos que se extendió en Francia y, posteriormente, llegó a Chile. Mythos, establecimiento santiaguino que abrió sus puertas en 1859, propiedad del fotógrafo Carlos Renard Lurquín y su socio Federico Leiva, se dedicó exclusivamente a hacer retratos en este tipo de formato.

A medida que el retrato se extendió y se convirtió en una necesidad social, las clases acomodadas conservaron este tipo de fotografías en álbumes que se utilizaban como objeto de exhibición en los hogares y que contenían imágenes en formato tarjeta de visita, gabinete (papel fotográfico de 16 por 11,5 centímetros) e imperial (papel de hasta 25,2 por 17,5 centímetros) (Rodríguez Villegas, Hernán. Historia de la fotografía. Fotógrafos en Chile durante el siglo XIX. Chile: Centro Nacional del Patrimonio Fotográfico, 2001, p. 176). Estos álbumes solían dedicarse a fotografías familiares, pero también existieron álbumes de retratos de personajes de Chile o de vistas del país.

Para Rodríguez Villegas, la popularidad de la tarjeta de visita y el uso de álbumes fotográficos modificó "sustancialmente el quehacer fotográfico en Chile, desde 1860", pues los diferentes fotógrafos pudieron dejar su actividad itinerante y esporádica para establecerse en estudios, lo que les permitió experimentar con nuevas técnicas fotográficas que mejoraron la calidad de las fotografías (p. 61).