A comienzos del siglo XIX, la ruta que unía Santiago con Valparaíso se encontraba en muy malas condiciones y cada invierno se inundaba a causa del desborde de los ríos. El sistema de transporte, conformado por carretas tiradas por bueyes, era también deficiente; las mercancías demoraban entre cuatro y cinco días en llegar a su destino y el servicio de pasajeros demoraba dos días en recorrer el mismo trayecto. Por otra parte, Valparaíso estaba consolidándose como uno de los puertos más importantes del Pacífico, por lo que el traslado y la seguridad de las mercancías debía ser más eficiente. El ferrocarril fue el medio idóneo para cumplir con tales exigencias.