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La estructura de la obra literaria

La estructura de la obra literaria, publicada en 1960, es considerada "la única teoría literaria completa escrita en Latinoamérica" (Rodríguez, Mario. "Lanzan libro homenaje", p. 18), debido a su carácter sistemático y a la proposición de una terminología propia y específica para la obra literaria y el fenómeno de la ficción: "Junto a la motivación puramente filosófica de este trabajo, está la intención de buscar fundamento sólido y exactas herramientas de método (conceptos-instrumentos, sistemas de indagación) para la ciencia de la literatura" (Martínez Bonati. La estructura de la obra literaria, p. 7).

Esta obra retoma la teorización de los estratos de Roman Ingarden y aborda al fenómeno literario desde una perspectiva filosófica. En este último sentido, Martínez Bonati recoge la propuesta fenomenológica de Husserl para fundamentar su tesis sobre el carácter imaginario del lenguaje literario. El método fenomenológico sirve a su afán de aprehender la obra en su existencia esencial y profunda, alejada de las contingencias dadas por las realizaciones particulares de la literatura.

Su teoría es un intento por superar "tanto el atomismo monográfico de los estudios estilísticos, como de una ordenación histórica esencialmente extrínseca, debida a categorías ajenas a la literatura misma" (ibíd.). El estudio de una estructura general del poema es demostración de la "efectiva existencia de una estructura general de la obra literaria" (op. cit., p. 11), en oposición a una concepción de la obra literaria como pura individualidad. La reflexión fenomenológica permite evidenciar esta estructura genérica dada a la intuición, que no separamos reflexivamente del todo estético que es la obra.

Los aportes fundamentales de su teoría radican en la dimensión ontológica de la obra literaria que se desprende de la diferenciación entre plano real y plano ficticio. Para Martínez el plano de la ficción está conformado por frases apofánticas, esto es, frases que gozan de verdad o falsedad, pero que son imaginarias, por tanto, tienen existencia e injerencia únicamente en el plano de la ficción. Esta distinción ontológica permite asignar validez lógica a las frases de la literatura, que encontrarían su legitimidad en la correspondencia del mundo narrativo.

La de Martínez pertenece a la línea de teorías que buscan caracterizar una especificidad de lo literario. La categorización que propone en esta obra -lenguaje apofántico, frases narrativo-descriptivas, frases miméticas- continúa siendo utilizada y discutida en los estudios literarios, vitalidad que justifica las sucesivas reediciones que el volumen ha tenido, primero en 1972 y, luego, en 1983, por el sello editorial Ariel de Barcelona.

Dentro de las críticas más recurrentes al modelo teórico que formula Martínez en La estructura de la obra literaria se encuentra el no hacerse cargo de la existencia real de los objetos literarios y su contingencia social, histórica y pragmática, aspecto determinante para el análisis y para corroborar la existencia de la obra literaria como -parafraseando a Derrida- correlato de ciertas fuerzas que exceden la escritura y afectan su recepción y su temporalidad. Aun reconociendo la presencia e importancia de estos elementos contextuales, en la revisión de la última edición el autor advierte que estos exceden el marco metodológico de su teoría.