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Estudios científicos sobre el herbolario nacional

El auge universitario de las carreras vinculadas a la salud durante el siglo XIX, permitió el desarrollo de varias monografías sobre las propiedades específicas de las plantas medicinales chilenas. Estos estudios trascendieron las meras descripciones botánicas y químicas y se ocuparon de investigar, también, sus posibilidades económicas. Gran parte de estas investigaciones se realizaron bajo el alero del magistral Tratado completo de farmacia, que Ángel Segundo Vázquez comenzó a publicar en 1877.

Sin embargo, las plantas medicinales fueron eliminadas del ejercicio y de la enseñanza de la medicina durante la década de 1940, quedando relegado su uso al ámbito doméstico y a las prácticas curativas de carácter alternativo.

Recientemente, a fines del siglo XX la comunidad científica ha vuelto a poner atención en las propiedades terapéuticas de los vegetales y en su correcto empleo. Dicha preocupación se extendió a todas las culturas populares y ancestrales a nivel mundial, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsó, a partir de la década de los noventa, su Programa de Medicina Tradicional, que entre sus productos más destacados cuenta con la publicación, en 2003, de sus directrices sobre Buenas Prácticas Agrícolas y de Recolección (BPAR) de plantas medicinales. Este documento recomienda que su producción y expendio se haga de modo formal, informado y sostenible, con el fin de proteger a los consumidores y de cautelar la preservación ecológica de este recurso.

En sintonía con la tendencia internacional, el Ministerio de Salud de Chile catastró, a fines del siglo pasado (XX), las plantas medicinales empleadas en nuestro país. Cerca de 460 fueron, entonces, asociadas a usos curativos. Luego, el Decreto Supremo N°286, de 2001, agregó los fitofármacos y medicamentos herbarios tradicionales al Sistema Nacional de Control de Productos Farmacéuticos. Finalmente, con la resolución exenta N°548, de 2009, se estableció un listado oficial de 103 especies vegetales, cuyas propiedades benéficas son reconocidas por el Estado de Chile. Entre estas se encuentran tanto especies nativas, como el arrayán, el boldo, el bailahuén, el palqui o el quebracho blanco, como algunas foráneas, tales como la salvia, el sauco, el tilo, la caléndula o el enebro, entre muchas otras.