Subir

Reglas y constituciones

Los monasterios femeninos se organizaban bajo dos tipos de normativas: las reglas y las constituciones. Las reglas, de donde derivó denominar a los religiosos como regulares, eran el conjunto de axiomas y principios que regía la vida diaria, los ejercicios espirituales y la disciplina del cuerpo. La más usada en los claustros femeninos por sobre la diversidad de órdenes, fue la de San Agustín (354 - 430) que estableció los cánones fundamentales de la vida conventual y sirvió como modelo para las reglamentaciones de instituciones de enseñanza y corrección.

En el aspecto regular ordenaba el amor de Dios y al prójimo, la paz, la unión, la pobreza, la soberbia, la oración y el ayuno; en el cotidiano llamaba a no murmurar unas sobre y otras; orar durante las comidas; ser templadas, moderadas, honestas y modestas; ser recatadas de la vista; usar hábito; aplicar la propiedad común y a que "no haya demasiada limpieza exterior" excepto en caso de enfermedad y bajo el expreso consejo del médico. Sobre la convivencia entre las religiosas establecía la obediencia absoluta a la Prelada quien, al ser responsable de su "súbditas", debía castigar a las inquietas, consolar a las pusilánimes y afligidas, cuidar de las enfermas y tener paciencia con todas.

Las constituciones por su parte, eran el conjunto de estatutos que complementaban la regla detallando los elementos específicos que diferenciaban a una institución de otra respecto del oficio de la Iglesia, las inclinaciones (de la cabeza, usque ad genua, profunda, genuflexión, la venia y la postración) y los sufragios de los muertos; aspectos que definían la función de las monjas y de los conventos como mediadoras entre lo terreno y lo divino. También se referían a los asuntos particulares de la vida cotidiana como el ayuno, la comida, la colación, las enfermas, las sangrías, las camas, el vestido, la manifestación de las cosas personales, la comunión, el lavatorio de cabeza y tonsura y el silencio, junto con normar todo lo relativo a la recepción de postulantes, las novicias, su instrucción y la profesión. Además definía las trasgresiones a dichos principios que iban desde las faltas de convivencia hasta las culpas más graves como la desobediencia a la Prelada con manifiesta rebeldía, levantar la mano contra otra religiosa y recibir en secreto cosas materiales y escritas. Todas estas disposiciones tenían por principal objetivo resguardar la humildad religiosa y ejercitarse en la obediencia como mayor virtud