Subir

Penitencia

A partir de algunas definiciones escolásticas, principalmente aquellas definidas por San Agustín y Santo Tomás de Aquino, en el Concilio de Trento se precisó y normó el sacramento de la penitencia. Éste quedó especificado como cualquier dicho, hecho o deseo contra la ley de Dios cometido después del bautismo, incluyendo los pecados de omisión, que es dejar de decir u ocultar un yerro. Por su parte, las definiciones más dogmáticas de este rito diferenciaron las partes y etapas que lo constituían con el fin de guiar más minuciosamente al pecador hacia la penitencia perfecta. Esas partes eran: arrepentimiento, confesión, satisfacción y absolución,

El arrepentimiento fue definido como aquel sentimiento interior que seguía luego de experimentar la culpa por los pecados cometidos, sentimiento que debía estar acompañado por un propósito de enmienda, es decir, por la intención de no volver a cometer los yerros cometidos. El arrepentimiento podía provenir de dos fuentes: por miedo a la condenación eterna, ocasión en que la emoción era llamada atrición o remordimiento imperfecto; o por un perfecto amor a Dios, instante conocido como contrición o compunción perfecta. Ambos tipos de arrepentimiento eran considerados legítimos para recibir este sacramento, aunque la Iglesia abogaba por que la contrición fuera la forma más recurrente de experimentar el sentimiento de abatimiento por el pecado cometido.

Luego, el penitente debía confesarse auricularmente (acto obligatorio desde el Concilio de Letrán, 1215-1216), es decir, enumerar verbalmente todos los pecados a un sacerdote que tuviera la facultad de absolver, especificándolos en tipo y número, así como las circunstancias que podían modificar su naturaleza. Luego de esta manifestación, se procedía a la satisfacción o penitencia de los pecados cometidos, o sea, la realización de una acción indicada por el sacerdote y llevada a cabo por el penitente como reparación por sus pecados.

Finalmente, el sacerdote, después de haber indicado la penitencia, daba la absolución con esta fórmula: "Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la Muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el misterio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". El penitente respondía "Amén" y recuperaba su gracia.