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Confesión protestante

A diferencia de los católicos, los protestantes volvieron a ciertos postulados de la Iglesia cristiana primitiva, sosteniendo, por ejemplo, que el "poder de las llaves"-de la absolución y la salvación eterna- no era monopolio de Roma y sus representantes los sacerdotes, si no que se obtenía gracias a una simple comunicación con Dios de quien se esperaba entendiera la miseria del hombre y perdonara sus pecados. Esto significó una profunda diferencia con los postulados católicos afirmados en el Concilio de Trento, que señalaban a Roma y sus representantes como los únicos facultados para conceder el perdón de los pecados y, por lo tanto, de la salvación y la vida eterna.

En la Iglesia Protestante, existían cuatro formas de confesarse: por medio de la confesión pública, confesión secreta, confesión al ministro y confesión al lego. La confesión secreta o privada era la que efectuaba el individuo pecador en la intimidad de su propia oración, momento en que el creyente, penetrado de la grandeza de Dios, conocía su propia miseria y, como el hijo pródigo, caía postrado delante de su padre confesando el pecado y obteniendo de él el perdón. El resultado de esta acción era la consolación y tranquilidad espiritual en el interior del individuo, la que sucedía gracias a un verdadero arrepentimiento.

Las otras confesiones consistían en pedir consejos a las autoridades religiosas, pero nunca una absolución, pues el protestante cree que sólo Dios es quien puede perdonar los pecados y no los hombres en su representación.