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El correo en Chile en el siglo XIX

Durante el siglo XIX, las transformaciones sociales, la invención de nuevos medios de transportes y comunicación, la experiencia internacional y el impulso de diversos políticos y funcionaros administrativos se conjugaron para transformar el correo chileno en una prestación moderna. Cuatro fueron los fenómenos claves: la extensión y modernización de las redes de correos entre las distintas ciudades, la creación de una institucionalidad legal, la descentralización y masificación del servicio en Santiago.

En 1852, bajo el gobierno de Manuel Montt (1851-1861) se dictó la Ley Postal, cuyo propósito fue reunir en una sola instancia todas aquellas disposiciones vigentes en el territorio en materia de servicios postales. Ya en marzo de 1852 se utilizó por primera vez el telégrafo para enviar mensajes. Fue el Presidente Manuel Montt quien inauguró el servicio con un cable de 15 metros desde un hotel en Valparaíso y una casa que quedaba en frente. Un año después, se implementó la reforma de Rowland Hill. Con ello, comenzó a configurarse un territorio postal unificado con tarifas homogéneas. En 1853 aparecieron oficialmente los buzones en Santiago. Los primeros llegaron de Alemania y Francia. En el mes de abril de ese año se utilizaron por primera vez las estampillas, apareciendo el primer sello postal en Chile: el penique negro.

En 1854 se dictó una ley que creó el cargo de Director General de Correos. Así, se centralizaron todas las comunicaciones en una sola institución. Su primer director fue Francisco Solano Astaburuaga. Con el desarrollo de esta función, varios políticos nacionales afirmaron que había llegado el momento de que este cargo tuviese una institucionalidad propia. De este modo, se aprobó la Ordenanza de Correos de 1858, una de las más avanzadas y desarrolladas de la época. Con esta medida, además de otras disposiciones, se unió el correo y el telégrafo.

Durante los gobiernos de Manuel Montt, José Joaquín Pérez y Federico Errázuriz Zañartu, entre 1851 y 1876, se descentralizó el servicio y se extendió hacia los barrios más pobres de Santiago. Sin embargo, el gran problema fue el alto analfabetismo de la población. Lo anterior se solucionó mediante la existencia de escritores de cartas, que por unas pocas monedas redactaban los mensajes.

En este periodo, el correo chileno comenzó a institucionalizar sus relaciones con los correos de otros países. Cuando se realizó el Segundo Congreso Postal, en 1878 en Francia, Alberto Blest Gana elevó una solicitud para ingresar a la entidad internacional. El año 1880 se dictó una ley en la cual se estipuló que nuestro país se comprometía a aceptar las regulaciones de la Convención de París. Tiempo después, el 1 de abril de 1881, se efectuó la firma del Protocolo. Desde ese momento, Chile pasó a formar parte del "territorio postal mundial".