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Labor docente de Ignacio Domeyko

El trabajo de Ignacio Domeyko como docente comenzó desde su llegada al puerto de Coquimbo y su inserción en el establecimiento educacional de esa provincia, donde construyó un laboratorio para el análisis geológico y ensaye de minerales para su beneficio. Cuando Domeyko fue contactado por el ingeniero y empresario Carlos Lambert (1793-1876) en Francia, se le otorgó una cantidad dinero para que adquiriera elementos necesarios para el laboratorio, además de libros especializados. Así, formó una importante biblioteca en la que figuraron autores europeos y americanos dedicados a las Ciencias Naturales.

Durante sus excursiones por el territorio nacional tomó una importante cantidad de muestras minerales y geológicas, las que transformó en una colección que estuvo a disposición de sus estudiantes, así como varios textos escritos y publicados por él mismo, con la finalidad de que fueran manuales de estudio y formación académica para sus pupilos y también como medios para reproducir el conocimiento científico en el país.

Durante sus seis años de docencia en el Colegio de Coquimbo, en los que formó tres generaciones de estudiantes que tuvieron incluso la oportunidad de viajar a Europa recomendados por él y luego se transformaron en profesores de química, mineralogía y geología, Domeyko generó también importantes lazos con el mundo minero. Su intención principal fue llevar los conocimientos del aula a las labores extractivas y de tratamiento de minerales para mejorar los procedimientos y aumentar la producción y venta de los mismos, lo que complementó con un mapeo geológico de las minas subterráneas y que otorgó mayor conocimiento del territorio explotado y de los recursos existentes. Además, se preocupó por la deforestación de la provincia de Coquimbo y sugirió el uso de carbón mineral en reemplazo de la madera como combustible (Hervé, Francisco y Charrier, Reynaldo. "Legado de Ignacio Domeyko (1802 - 1889) a la geología y a la institucionalidad científica de Chile". Revista del Museo de la Plata. Volumen 1, número 138-148, 2016).

Preocupado por el estado de la educación en el país, y animado por su amigo Manuel Montt Torres (1809-1880), quien para entonces ministro Justicia, Culto e Instrucción Pública, Ignacio Domeyko escribió algunas reflexiones sobre los sistemas educacionales existentes y las formas que debían ser adoptadas por el sistema chileno y recomendó, principalmente, la adopción del sistema alemán de educación, en que la práctica empírica de la ciencia se complementaba con la docencia. Estas ideas las propuso en un texto titulado "Memoria sobre el modo más conveniente de reformar la instrucción pública en Chile" (1842), el que se publicó en el Semanario de Santiago (1842-1843). Dichas ideas fueron bien recibidas por el gobierno y Montt invitó a Domeyko para que se avecindara en Santiago y pudiera ser parte del proyecto educativo que se encontraba en desarrollo a través de la creación de la Universidad de Chile.

Cuando Domeyko se integró al claustro y Consejo Universitario en 1846, esta institución seguía unida al Instituto Nacional, por lo que no existía una real separación entre estudios secundarios y superiores. Además, la Universidad tenía una doble función, ya que era superintendencia de educación y academia científica. Dentro del propio Consejo existían dos posiciones respecto al rol educativo de la institución, destacando, por una parte aquellos como Andrés Bello López (1781-1865), rector de la Universidad de Chile, y Antonio Varas (1817-1886), rector del Instituto Nacional, que la pensaban como una institución formadora de profesionales en las áreas del derecho, las letras y la medicina, mientras que el resto de las actividades debían enseñarse en otras instituciones. Y, por otra parte, se encontraban quienes como Ignacio Domeyko, creían en una universidad docente, donde los profesores -formados también por la universidad- tuviesen una gran influencia y donde se instruyera a los alumnos tanto en las humanidades, las letras y las ciencias, así como el resto de las profesiones técnicas como ingenierías, medicina, ciencias matemáticas y físicas, ciencias naturales, etc. Dicho debate se mantuvo durante toda la década de 1840 (Serrano, Sol. Universidad y Nación. Chile en el siglo XIX. Santiago: Editorial Universitaria, 1994).

Domeyko y Bello pensaron de manera similar el sistema educativo nacional, aunque el primero valoraba la formación docente especializada, mientras que el segundo mantenía sus parámetros en torno a la educación entregada por grandes sabios integrales. Igualmente, Domeyko planteó que las universidades "podían tener las más diversas organizaciones dependiendo de la realidad de cada país, pero todas ellas tenían facultades compuestas por catedráticos que enseñaban sus disciplinas en un nivel especializado para alumnos que optaban a grados" (Serrano, p. 107-108). La reforma propuesta por Domeyko fue aceptada por el Consejo Universitario en 1847 y ese mismo año se transformó también en profesor de mineralogía en el Instituto Nacional y compartió sus labores de docencia en las cátedras de mineralogía, química, geología y otras Ciencias Naturales en la Universidad.

A pesar de las diferencias, ambas visiones fueron complementarias, y, apoyados por el presidente Montt desde 1851, por lo que se crearon las facultades de Ciencias Matemáticas y Físicas, Filosofía y Humanidades, Leyes, Ciencias Políticas, Medicina y Teología. En dichas facultades se enseñó filosofía, latín, historia, bellas letras, literatura antigua, matemáticas, física, química y mineralogía, medicina, derecho, economía política y teología e ingeniería. La mayoría de los programas de estudios de los cursos fueron construidos por el Consejo y liderados por Domeyko, quien adquirió el cargo de Delegado Universitario, mediador entre el propio Consejo, las autoridades políticas y los docentes.

En ese cargo se dedicó también a formar la biblioteca de la Universidad, para lo cual se contactó con sus colegas europeos, logrando que llegaran a Chile un centenar de libros que, por su naturaleza y contenidos, no habían sido permitidos por el poder colonial o no eran conocidos por las autoridades republicanas.

De manera paralela, continuó publicando sus estudios tanto en los Anales de la Universidad de Chile como en revistas francesas. Además, fue parte fundamental en las negociaciones para la adquisición de la biblioteca astronómica y del observatorio del cerro Santa Lucía, instalado allí por el gobierno estadounidense en conjunto con el chileno, el que luego fue trasladado a la Quinta Normal de Agricultura.

En 1867 fue nombrado rector de la Universidad de Chile, cargo que ejerció hasta 1883 y desde esa posición intentó llevar a cabo la promoción de las escuelas técnicas en el territorio nacional, principalmente las relacionadas con la minería en el norte y la agricultura en el centro y sur del país.

La mayor parte de sus tareas como rector fueron compendiadas en su Reseña de los trabajos de la Universidad desde 1855 al presente, donde expuso sobre los desafíos que implicó la reforma educacional, la conformación de los programas de estudio, la separación total en 1866 del Instituto Nacional y la Universidad de Chile, la conformación de un cuerpo docente nacional, el financiamiento de las diversas instituciones educacionales, la formación de bibliotecas especializadas para cada facultad, las mejoras del edificios construido desde 1863, entre otros asuntos.