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A principios del siglo XX

Si bien la producción de carteles no tiene un desarrollo continuo en el país, ni tampoco adhiere cabalmente a un movimiento estilístico, sí se puede advertir en los primeros carteles producidos en Chile una fuerte influencia del Art Nouveau. El valor de los ornamentos, las figuras femeninas con contornos sinuosos, abundantes cabellos y ropas estilizadas, la pregnancia de las formas orgánicas y los colores pasteles, los motivos florales y la alusión a los mosaicos bizantinos, a la arquitectura islámica y a los estampados japoneses inundaban las ilustraciones del país y la producción industrial.

Al igual que en Francia, donde destacó la figura de Jules Chéret (1836-1932), el primer gran cartelista y pionero de la técnica litográfica, también en Chile fue la litografía el procedimiento preferido para producir los primeros afiches impresos. El primer cartel publicitario fue el que promocionó el número de lanzamiento de la Revista Zig-Zag en 1905. Sus diez mil ejemplares fueron impresos en Estados Unidos y distribuidos a lo largo de todo el país.

Los dibujantes e ilustradores de la primera década de este siglo en Chile fueron autodidactas y su trabajo adquirió gran importancia en el medio gráfico del país. Entre los ilustradores destacan Alejandro Fauré, Luis Fernando Rojas y Calixto Guerrero. Alejandro Fauré realizó variadas tareas dentro de la industria gráfica, de las cuales destacan sus carteles para la Imprenta Barcelona, asidua promotora de este medio a través de sus concursos de afiche, cuyos trabajos se exhibían en las páginas de la revista Chile Ilustrado. Otro hito dentro del desarrollo del cartel en Chile en esta época, fueron los concursos anuales de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile para las fiestas de la primavera. Otto Georgi ganó el primero, en 1916 e Isaías Cabezón los tres certámenes siguientes. Estos concursos, tanto los organizados por la FECH como por Imprenta Barcelona, no solo estimularon la creación e impulsaron el desarrollo del oficio, sino que además legitimaron el afiche como medio de valor artístico. Por otra parte, durante esos años se habían creado distintas organizaciones gremiales de tipógrafos, lo que les permitió ir adquiriendo beneficios a la par con el crecimiento de la industria gráfica. Los pintores y dibujantes que se dedicaron a diseñar carteles, sin embargo, no disfrutaron de los mismos privilegios: su realidad era bastante precaria, eran mal remunerados y, como casi no existían letristas, eran reemplazados por calígrafos profesionales instalados en quioscos frente al juzgado de la calle Compañía, quienes realizaban su trabajo in situ.