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Expedición de Darwin por Chile Central

Luego de su travesía por tierras australes y el Estrecho de Magallanes, Darwin, a bordo del bergantín H.M.S. Beagle, se dirigió a Valparaíso con la finalidad de conocer ese puerto, los pueblos aledaños y la capital, Santiago, parte del viaje que detalló en el capítulo XII de su diario.

Arribó en julio de 1834 al puerto y Darwin de inmediato se dedicó a recorrer la ciudad y tomar nota de su paisaje. Lo que más destacó de su visita fue el cambio radical entre el clima y aspecto del lugar, con respecto a lo que había visto en Tierra del Fuego. A pesar de que en el extremo sur había constatado la belleza natural, el territorio de la zona central le pareció mucho más vivo, colorido y luminoso, en contraste entre la Cordillera de los Andes de fondo, los valles que se extendían hacia el oriente, las cadenas montañosas intermedias y su término en el Océano Pacífico. Al respecto, Darwin escribió en su diario: "Hacia el nordeste, hay una vista magnifica de los Andes, pero desde lo alto de las colinas vecinas se les ve mucho mejor; puede entonces apreciarse la gran distancia a que se hallan situados y el panorama es espléndido. El volcán Aconcagua ofrece un aspecto particularmente magnífico. Esa inmensa masa irregular alcanza una altitud más considerable que el Chimborazo; porque según las triangulaciones hechas por los oficiales del Beagle, alcanzan una altitud de 23.000 pies. (…) ¡Que admirable espectáculo el de esas montañas cuyas formas se destacan sobre el azul del cielo y cuyos colores revisten los más vivos matices en el momento en que el sol se pone en el Pacífico!" (Darwin, Charles. Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Buenos Aires: Librería El Ateneo, 1945, p. 307).

Respecto a la ciudad de Valparaíso, la comparó con Santa Cruz de Tenerife, por su configuración determinada por la costa, lo que le dio el aspecto de una larga calle que seguía dicha línea, en contraste con las casas que se amontonan hacia los cerros; también llamaron su atención el blanqueamiento con cal de las casas y la baja altura de las edificaciones. En dicha ciudad se encontró con un viejo conocido, el agente marítimo y comerciante Richard Corfield (1804-1897), con quien entabló amistad en sus años de escuela y se encontraba en Chile realizando algunos negocios. Corfield lo recibió en su hogar del El Almendral y le entregó todas las comodidades posibles para que realizara su trabajo de exploración sin mayores complicaciones. Posteriormente recorrió Quintero, principalmente la antigua hacienda de Lord Thomas Cochrane (1775-1860) y los conchales al norte de esa localidad, donde pudo tomar muestras y especular sobre la formación prehistórica de dichos montículos.

Luego se dirigió a la ciudad de Quillota, donde observo las principales costumbres del campesinado chileno de la zona central y se asombró de la formación de los valles transversales. Allí observo huertos y vergeles donde se cultivaban frutas como naranjas, melocotones o duraznos, uvas e higos, olivos, legumbres y hortalizas, trigo, maíz, la crianza de ganado al pie de monte y la práctica del rodeo. Observando el paisaje, llegó a la conclusión de que antiguamente el territorio de Tierra del Fuego debió tener un aspecto similar, pero que la erosión provocada por la nieve, el agua y el clima en general, junto con la actividad sísmica y volcánica, fueron moldeando el extremo austral, cambiando completamente su geografía. También llamó su atención el cultivo de palmeras, la denominada palma chilena, de la cual describió el proceso de extracción de la savia o "miel de palma" (Darwin, p. 308-311).

En Quillota contrató una cuadrilla de arrieros que lo acompañaron en el ascenso del cerro La Campana, desde donde pudo observar con mayor detalle los valles que se extendían desde la costa hacia el interior. En el ascenso pudo observar los vestigios de antiguas y nuevas minas de oro. Aprovechando la compañía de sus ayudantes, conversó con ellos y pudo realizar anotaciones en su diario respecto a las costumbres del campesinado chileno, los "guasos" o huasos. Según Darwin, estos campesinos chilenos eran el símil de los gauchos pampinos, pero con características peculiares que los diferenciaban. En general, en su primera etapa como naturalista, tuvo una visión personal bastante particular sobre el desarrollo de las sociedades y entregó gran valor a la organización estratificada, algo bastante común entre los intelectuales europeos de principios del siglo XIX. Esto se vio reflejado en su opinión sobre el grado de civilización de Chile y la importante hegemonía que ejercía la aristocracia terrateniente y la Iglesia en el país sobre estas capas sociales bajas, constituidas principalmente por familias campesinas (Darwin, p. 313).

Sobre los huasos y la comparación con el lugareño de las pampas argentinas, Darwin escribió que "(…) el gaucho, en toda circunstancia, es un gentleman; el guaso, preferible bajo algunos aspectos, jamás deja de ser un hombre de trabajo, pero vulgar. Aunque esas dos clases de hombres tengan poco más o menos las mismas ocupaciones, sus costumbres, como su traje, difieren; (…). El gaucho parece no formar sino un solo cuerpo con su caballo, y se avergonzaría de ocuparse en cualquier cosa, en la que su cabalgadura no tomase parte; al guaso puede contratársele para trabajos de campo. El primero se alimenta exclusivamente de carne; el segundo casi por completo de legumbres. Ya no se encuentran aquí las botas blancas, los amplios pantalones, el chiripá escarlata, que constituye el pintoresco traje de las pampas; en Chile se usan polainas de lana verde o negra para proteger los pantalones corrientes. Sin embargo, el poncho es común en los dos países. El guaso pone todo su orgullo en las espuelas, que son exageradamente grandes" (Darwin, p. 314).

Su viaje continúo por San Felipe, donde visitó las minas de cobre de Jahuel, cuya producción era enviada a la ciudad inglesa de Swansea para su fundición. Posteriormente se dirigió a Santiago en compañía de Corfield, donde estuvo por varias semanas, visitando a comerciantes británicos, con quienes recorrió las calles y alrededores de la ciudad. Tuvo gran predilección por el ascenso del cerro Santa Lucía, desde donde podía apreciar la ciudad en toda su extensión, aunque esta no le agradó en demasía y de hecho escribió que era "inútil hablar de la ciudad en detalle: no es ni tan bella ni tan grande como Buenos Aires, aunque construida bajo el mismo plan" (Darwin, p. 318).

Desde la capital se dirigió al sur, con la intención de volver a Valparaíso por otra ruta. Pasó por Rancagua, el valle del río Cachapoal, los baños calientes de Cauquenes y luego visitó San Fernando, sus minas de oro y los vestigios de piedras perforadas de las antiguas comunidades indígenas de la zona. Entre Quillota y San Fernando, se ocupó de realizar observaciones sobre la flora y la fauna de la zona central, las que anotó en el apartado final del capítulo referente de su diario.

Allí hizo una caracterización extensa sobre el puma o "león de la América meridional", sus costumbres de caza y la forma en que los campesinos defendía su ganado de este animal; resaltó también varias especies de aves, entre ellas dos tipos de Pteroptochos, ave particular de la zona central de Chile, de las que caracterizó dos especies específicas: la turca (Pteroptochos Megapodius) y el tapaculo (Albicollis de Kittlitz). Además, llamó su atención dos tipos de pica flor chilenos, el trochilus forficatus y trochilus gigas.

Finamente volvió a Valparaíso, donde se enfermó enfermo y descansó en casa de Corfield, para luego embarcarse a fines del octubre de 1834 rumbo a Chiloé, el Archipiélago de Chonos y las Islas Guaytecas.

En 1835, tras su visita a Valdivia y Concepción, el Beagle retornó a Valparaíso y Santiago. En esa ocasión, Darwin realizó una expedición a la Cordillera de los Andes, con la finalidad de hacer estudios geológicos y mineralógicos.