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Partida

Dos importantes sucesos impulsaron el viaje de Rubén Darío a Chile: el respaldo de su amigo Juan Cañas y la ayuda del gobierno nicaragüense: "Afortunadamente, ya en esos días, el viaje de Rubén a Chile era cosa resuelta. El presidente Cárdenas había dirigido orden al agente de la Compañía Kosmos para que, de acuerdo con las cláusulas de la convención celebrada entre esa empresa y el gobierno de Nicaragua, concediera a don Rubén Darío un pasaje de primera hasta Valparaíso, a bordo del primero de sus buques que anclara en el puerto de Corinto. De su peculio personal, el presidente Cárdenas entregaría a Rubén el dinero necesario para sus gastos de viaje" (Sequeira, Diego Manuel. Rubén Darío criollo; o, Raíz y médula de su creación poética. Buenos Aires: Guillermo Kraft, 1945. p. 279).

La partida del poeta fue anunciada en diversos periódicos de su país. El 25 de mayo de 1886, el diario El Mercado comentó con entusiasmo dicho viaje: "Nuestro amigo Rubén Darío, como lo han anunciado ya algunos periódicos, saldrá pronto de Corinto para Chile, en donde piensa fijar su residencia. Darío lleva el propósito de ilustrarse con sólidas enseñanzas, de adquirir conocimientos universales y nutrir su inteligencia de sanísimas doctrinas en el país en donde la literatura ha llegado a un grado de desarrollo admirable y las ciencias han adquirido un ensanche prodigioso. ¡No es difícil que lo consiga el poeta!" (Silva Castro, Raúl. Rubén Darío a los veinte años. Santiago: Andrés Bello, 1966. p. 27).

Por su parte, Rubén Darío evidenció que su salida estuvo motivada principalmente por una desilusión amorosa: la ruptura con Rosario Murillo. A ella, antes de partir, dejó una sentida carta: "Muy difícil será que yo pueda olvidarte. Sólo estando dentro de mí se podría comprender cómo padezco al irme; pero está resuelto mi viaje y muy pronto me despediré de Nicaragua. Mis deseos siempre fueron de realizar nuestras ilusiones" (Silva Castro, Raúl. Rubén Darío a los veinte años. Santiago: Andrés Bello, 1966. p. 28).

Finalmente, Darío eligió Chile convencido por Juan Cañas, quien no sólo le habló maravillas, sino que también le aseguró que sería bien recibido por un íntimo amigo suyo, Eduardo Poirier.

Rubén Darío partió en mayo de 1886. En su autobiografía dejó constancia que éste fue un viaje de mucha soledad: "Entré a mi camarote, me dormí. Era yo el único pasajero. Desperté horas después y fui sobre cubierta. A lo lejos quedaban las costas de mi tierra. Se veía sobre el país una nube negra. Quise comunicarme con las gentes de a bordo, con mi precario inglés, y no pude hacerme entender. Así empezaron largos días de navegación entre alemanes que no hablaban más lengua que la suya" (Darío, Rubén. Autobiografía. Madrid: Mundo Latino, 1918. p. 48).