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Un remordimiento (1909)

Un remordimiento fue el primer libro de Mariana Cox, el que se publicó en 1909 bajo el subtítulo de "Recuerdos de juventud". El texto apareció en un momento en que "pareciera que existen, por lo menos, dos mundos literarios paralelos, de problemáticas sociales muy distintas" en Chile. Durante la primera década del siglo XX, por un lado, se dieron a conocer obras que han sido consideradas naturalistas por algunos investigadores, como Juana Lucero (1902) de Augusto D'Halmar (1882-1950) y Sub terra (1904) y Sub Sole (1907) de Baldomero Lillo (1867-1923). Por otro lado, apareció Hacia el Oriente de Inés Echeverría (Iris) (1868-1949), primer diario de viaje que escribió Iris luego de su temporada en el Oriente y el libro de Mariana Cox, en el que desde la estructura visible del texto -dedicatorias e índice en francés, latín y español- parece presentarse "como un producto cultural sincrético y signo del momento de transición del sistema literario vigente entonces", aspecto que comparte con el texto de Echeverría. Para la investigadora Marcela Prado, uno de los factores de esta diferencia entre las problemáticas sociales que atienden estos dos grupos de obras "es la diferencia de género de los autores" (Prado Traverso, Marcela. "Mariana Cox Stuven o Mariana Cox Méndez (Shade) (1871?-1914)". Rubio, Patricia. Escritoras chilenas: v. Novela y cuento. Santiago: Cuarto Propio, 1999, p. 70-71).

Un remordimiento presenta el diálogo teológico-filosófico entre dos personajes: una mujer "de edad madura" y un joven que se aloja en su hacienda, quienes comparten diferentes conversaciones de carácter reflexivo: "Es un cuadro en que dos almas se nos trasparentan con claridad cristalina: una (un joven incrédulo) ostenta su agnosticismo, su materialismo, su nihilismo, y la otra, (una joven señora) en quien arde el fuego de todos los ideales y para quien Dios, la verdad, la belleza y el bien son focos concéntricos de la luz explendorosa [sic], lucha por sembrar en la primera los gérmenes de su fe… de sus amores y esperanzas" (Emeth, Omer. La vida literaria. Santiago de Chile: El Mercurio, [1909], p. 101).

El libro de Cox "tuvo cierto éxito editorial, pues nuestro público -entonces como ahora- creyó ver en ella una confesión sensacional y autobiográfica" (Valdés, Adriana. "Las novelistas chilenas". Aisthesis. Número 3, 1968, p. 116) y atrajo la atención de la crítica literaria de la época, aunque esta recepción fue dispar.

Un aspecto que provocó controversia respecto a la obra fue la dificultad de adscribirla a un género: "Si preguntamos, por ejemplo, a qué género literario pertenece Remordimiento, la crítica responde llamándolo ora novela, ora cuento, ora tesis filosófico-teológica. Parece, sin embargo, que tiene cada una de ellas algo de verdad y que lo más seguro sería combinarlas declarando que Remordimiento es una breve novela filosófica con tendencias teológicas". Entre las razones que se dieron en la prensa para cuestionar que pudiera ser calificada como novela, se indicó que el libro de Cox carecía de la "pasión amorosa" y que luego de los primeros cuatro capítulos decaía en calidad el diálogo entre los personajes de la obra (Emeth, p. 113-114).

Desde otra perspectiva, se criticó negativamente el uso de los diálogos en el libro "en el que desaparecía cualquier otra referencia que contextualizara la conversación de los dos protagonistas y, en general, la ausencia de la descripción realista, de la caracterización de los personajes y de la reproducción de un habla cotidiana" (López, Olga. La novela femenina en Chile. Tesis para optar al grado de Doctora en Filosofía. The University of Michigan, 1993, p. 65-66), aspectos que sí se observaban en otras obras del periodo vinculadas a la estética realista.

En relación con los usos del diálogo, Inés Echeverría indicó que: "La autora nos muestra en las páginas de Un remordimiento, la historia de dos almas; pero, en realidad, no es más que el diálogo interior que cada uno de nosotros sostiene consigo mismo". Tal diálogo daría cuenta de dos perspectivas que aparecerían en el interior de cada persona: "En cada ser humano hablan, por lo menos, dos personajes, el joven excéptico y pagano que cree en la vida, que se embriaga y se complace, y la señora de más edad que le reprocha su inconsistencia y hace centellear ante sus ojos los reflejos de ideales más altos y de esperanzas más dilatadas!" (Iris. "Un remordimiento". Hojas caídas. Santiago: Universitaria, 1910, p. 113-114). Para Prado Traverso, estas dos visiones darían cuenta de dos puntos de vista que expresarían el "amplio y complejo escenario del pensamiento de fin de siglo": "La voz atea, científica, positivista del joven naturalista que trabaja en el mundo botánico del jardín, se opone a la voz mística y espiritual de la mujer mayor, con una urgencia histórica impostergable. Ellos personifican, respectivamente, la duda y ceguera, el cambio y la permanencia" (p. 71-72).

Echeverría también se refirió a otras críticas que se presentaron al libro en relación con la abundancia de citas -lo que era visto como "otra forma de vanidad"- y sobre faltas gramaticales. Sobre el primer punto, Iris señaló que la inclusión de citas más bien era muestra de "la modestia de dejar hablar a otros que expresan mejor que nosotros lo mismo que sentimos". Respecto a la segunda idea, Echeverría indicó que: "Las faltas contra la Gramática que el libro tenga, no las he descubierto porque nunca he sido presentada a tan adusta persona", asunto sobre el cual aprovechó de presentar una crítica más amplia respecto a la falta de acceso a la educación de las mujeres: "No hay tampoco ningún derecho para exigir que las mujeres escriban conforme a las reglas, cuando se nos cierran las puertas de las academias; y si a eso se añade la deficiencia, por no decir la nulidad absoluta, de la educación que recibimos, queda de sobra demostrada la inferioridad de la mujer para realizar una obra cualquiera respecto del hombre que le lleva toda clase de ventajas" (Iris, p. 121).