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Comercio en las relaciones fronterizas

Los constantes encuentros entre mapuche y españoles fueron generando una red de intereses mutuos, donde ambas partes requerían bienes producidos por el otro. De esta manera, los objetos como el hierro, el vino, e incluso baratijas como espejos o botones fueron elementos muy apreciados por los grupos indígenas e incluso otorgaban estatus a quien los poseyera. Por otro lado, los españoles que habitaron en los fuertes carecían de bienes fundamentales, tales como alimentos o ropa lo cual se tradujo, entre otras cosas, en una gran demanda por ponchos mapuche. Producto de esta red de intereses, el trueque o conchavo se fue intensificando en los puntos de contacto fronterizo, especialmente en los fuertes de Santa Bárbara, San Carlos de Purén y Nacimiento, todos ubicados en la Isla de Laja. Nació así la figura del conchavador o buhonero (comerciante de especias), el cual debido a su conocimiento sobre costumbres e idioma, medió entre el mundo indígena y español.

Durante el siglo XVIII el comercio fue tomando un cariz mucho más amplio, estableciéndose redes entre la pampa transcordillerana y los territorios del sur de Chile, donde se transportaban trigo y grandes números de cabezas de ganado. Sin embargo, la riqueza y los intereses que produjo dicho comercio fue motivo de numerosos conflictos entre hispano-criollos e indígenas, como también entre estos últimos; un ejemplo fue el levantamiento general ocurrido en 1723, a raíz del engaño que fueron víctimas los mapuche en el comercio de sus ponchos. Dichos conflictos fueron fuente de preocupación para la Iglesia y la Corona. La inquietud de esta última por normar el comercio se vio reflejada en los distintos acuerdos y reglamentos establecidos en los parlamentos con los indígenas. No sólo existía preocupación por evitar los engaños a los indígenas, sino también por prohibir el ingreso de productos que eran señalados por las autoridades como causa de desórdenes. Si bien las primeras normas para regular el comercio datan del Parlamento de Negrete (1726), éstas debieron ser periódicamente actualizadas, finalizando este período con el reglamento que implementó Ambrosio O'Higgins en 1796.

Presentamos a continuación fragmentos del sínodo diocesano llevado a cabo en Concepción en 1744, en donde se expuso la necesidad de prohibir el comercio de determinadas especies que son vistas como causa de conflictos en la región fronteriza de Arauco. Asimismo, presentamos también un trozo del libro de Sergio Villalobos Vida Fronteriza en la Araucanía, texto que plantea que el declinar de la Guerra de Arauco, desde mediados del siglo XVII, dio paso a relaciones fronterizas caracterizadas por la intensificación del comercio y las relaciones interétnicas.