Subir

Clero patriota

Los líderes patriotas estaban deseosos de tener el apoyo de la Iglesia a su proyecto de cambio, en un sociedad condicionada por las tradiciones, lo que convertía en importante la participación de algunos sacerdotes y frailes. Varios miembros de la Iglesia católica se distinguieron en el servicio a la causa independentista, aportando a la difusión de las ideas liberales desde el púlpito y ocupaciones intelectuales, tales como el periodismo y el desempeño en las instituciones educativas y culturales del nuevo Estado.

Otros lo hicieron como capellanes militares con un importante adoctrinamiento de las tropas. Frailes como Domingo Jaraquemada o José Tadeo Silva acompañaron a las huestes de Bernardo O'Higgins tras el cruce de los Andes por parte del Ejército Libertador, asumiendo las tareas de capellanes y de instrucción hacia la tropa de las ideas por las que se combatía.

Desde el ámbito de la prensa y la propagación de las ideas, al rol cumplido por fray Camilo Henríquez se debe agregar el papel que desempeñaron los domínicos Pedro Arce, compañero de pluma de Henríquez, José Tadeo Silva y el franciscano fray Antonio de Orihuela. Fray Tadeo Silva, además, puede considerarse el representante de una tendencia "conservadora" al interior del grupo político patriota, lo que destacará en sus escritos y especialmente en su periódico "El Observador Eclesiástico".

Participaron también del movimiento el obispo auxiliar de Santiago, Rafael Andreu y Guerrero y el dominico José Ignacio Cienfuegos, senador y presidente del Congreso Nacional en 1814. Cienfuegos sería posteriormente enviado al Vaticano como representante diplomático de Chile, gobernaría la Arquidiócesis de Santiago y, más tarde, la de Concepción.

Un importante papel cumplió el presbítero mercedario fray Joaquín Larraín y Salas como vocal en las juntas de gobierno del año 1811, asumiendo por esto labores menores de gobierno. Al tiempo después participaría en el Primer Congreso Nacional, hasta su disolución en 1814. Con el triunfo realista posterior a la Batalla de Rancagua, Larraín y Salas, junto a otros religiosos, sufrió la prisión y el exilio, siendo remitido al archipiélago Juan Fernández.