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Dependencia del capital financiero

Durante el siglo XIX, la minería de la plata y del cobre se desarrolló preferentemente con capitales nacionales. Sin embargo, los productores y fundidores de mineral dependían fuertemente de los prestamistas y habilitadores. La habilitación era una institución de antigua data, mediante la cual un comerciante proporcionaba los capitales necesarios para poner en funcionamiento la mina; a cambio, recibía la producción a un precio menor que el del mercado y un interés mensual. Existían, también, otras formas de crédito, las que por lo general conllevaban intereses usurarios sobre el capital prestado.

La eliminación de las trabas que la administración colonial impuso a los préstamos a interés, el monopolio que tenían unas pocas casas comerciales sobre la compra de minerales y la escasez de capital fresco, obligó a los productores mineros a depender estrechamente del capital financiero, limitando la capacidad de acumulación que podría haber tenido el empresariado local. A la larga, el auge minero benefició a los banqueros y habilitadores -como José Gregorio Ossa y Agustín Edwards Ossandón- más que a los mismos productores, los que se vieron obligados a vender o rematar sus pertenencias y a buscar otros ámbitos en donde invertir sus esfuerzos y capitales.