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dos novelas con bandidos como protagonistas

La novela de Enrique Volpe Responso para un bandolero (1996) se centra en las andanzas de juventud de Juan Segundo Catalán, de 96 años de edad, "todo un señor bandolero, respetado por sus vecinos, quienes sin duda sabían que era un famoso bandolero y se sentían orgullosos de contarlo como vecino" (pág. 39). La de Miguel Littin, El bandido de los ojos transparentes (1999) da cuenta de la persecución del teniente Ramírez sobre el bandido Abraham Díaz, "el Torito". El policía se queja: "Éste es el pago de Chile, mierda, dije una y mil veces. Arriba el bandolero, salteador de caminos, pistolero, ladrón de ganado, violador de mujeres; y aquí, mordiendo el suelo, la tierra pisoteada por hombres mugrientos" (pág. 13).

Según Antonio Avaria, Littin no recurre a las imágenes de El Chacal de Nahueltoro que un lector conocedor de la obra cinematográfica del autor hubiese esperado: "El bandido de los ojos transparentes es una novela construida con imágenes livianas, que ciertamente trasmiten un auténtico amor por el paisaje de los cerros, y los pasos bordeando el río Tinguiririca" ("Un juego al bandido", pág. 11). Para el crítico, "las mejores páginas son las más divertidas; el autor exhibe talento y gracia innegables en la manera risueña de evocar aventuras amorosas". Agrega asimismo que, como novela, es "un deliberado pastiche posmoderno de la legendaria novela de bandidos; el diablillo humorístico le quita solemnidad y empaque, pero a la vez le imprime ligereza" (ibíd.).

En relación a la novela de Volpe, el crítico describe la inspiración de un autor "transido de verdadera admiración por estos hombres con choco y corvo al cinto, que afirman su hombría guapeando, arriesgando la vida propia y ajena" ("Bandido chileno no es de jugar", pág. 2).