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Parteras en la Colonia y el siglo XIX

Hasta que la medicina científica contó con la confianza de la población femenina y el número apropiado de médicos y matronas para cubrir la demanda asistencial de los partos, las parteras fueron los agentes sanitarios más recurridos por las parturientas en Chile. No obstante, la importancia de este oficio, las crónicas y datos históricos sobre las parteras del período colonial y el siglo XIX, se han concentrado más en dar cuenta de los casos en que aquellas asistieron partos con desenlaces mortales o en los que su participación estaba asociada a los abortos.

Antes del siglo XIX se conocía escasamente el trabajo de los médicos "parteros" pues la medicina colonial gozó de escaso desarrollo como lo retrató Benjamín Vicuña Mackenna en su obra Los médicos de antaño. Sólo hacia fines del siglo XVIII se tienen noticias de una cartilla escrita por un médico español, Antonio Medina, que es difundida limitadamente en territorios americanos. Dicha cartilla daba a conocer una serie de instrucciones que debían respetar las parteras o "comadres" con el propósito de mejorar la asistencia que aquellas proveían a las mujeres.

El Protomedicato intentó regular el oficio de las parteras durante el siglo XVIII, no obstante, las atribuciones de dicho organismo tenían alcances limitados pues no existían instituciones que brindaran la formación requerida y tampoco una población femenina interesada en recibir entrenamiento formal en el oficio. Se reconoce a Isabel Bravo como la primera partera que, previamente examinada por el Protomedicato de la ciudad de Lima, fue sometida a prueba por su símil chileno, organismo que dictaminó que era competente "para que la criatura saliese entera y viva, así como cuantas maneras había de partos".