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decoración de monasterios

Los monasterios y construcciones religiosas tenían un lugar protagónico en la vida colonial en Chile. Cinco órdenes masculinas y dos instituciones femeninas forjaron durante la segunda mitad del siglo XVI y primeros años del XVII los orígenes de la vida religiosa y conventual chilena. Las órdenes religiosas tenían en ese entonces mayor protagonismo en la vida social que el clero secular.

La primera orden que se estableció en Chile fue la de los mercedarios, quienes se instalaron en 1549 en una casa al pie del cerro Huelén, el mismo lugar que ocupa hoy la Congregación en la esquina de las calles Mac-Iver y Merced. En 1553 arribaron los franciscanos, quienes comenzaron a construir su primera iglesia en el año 1572. Estas dos órdenes conservan las principales colecciones de arte colonial en Chile, en el Museo de la Merced y en el Museo de San Francisco, respectivamente.

Posteriormente se establecieron los dominicos, en 1557, luego los jesuitas en 1593 y los padres de San Agustín en el año 1595. En lo que concierne a las órdenes religiosas femeninas, fueron las Clarisas las primeras monjas que se establecieron en Chile, en Osorno en el año 1571, en el Monasterio de Santa Isabel de Hungría. Las Agustinas de la Limpia Concepción se instalaron en Santiago en el año 1574.

En términos generales, la arquitectura religiosa chilena derivó de la arquitectura barroca española, aunque con las limitaciones y adaptaciones impuestas por el contexto y la disponibilidad de los distintos materiales. Pese a la escasez de recursos, los monasterios e iglesias de las distintas órdenes religiosas fueron los lugares donde el arte en Chile durante la Colonia ocupó un lugar principal, ya sea mediante la realización de obras en Chile o mediante el encargo e importación de obras desde España, Cuzco, Potosí o Quito. Eran las órdenes religiosas los principales clientes tanto de las importaciones de obras desde el Virreinato del norte como de, una vez que se establecieron los talleres de artesanos locales, las obras encargadas en Chile.

Las iglesias y conventos se encontraban profusamente decorados con pinturas, ornamentos, cálices y esculturas de acuerdo al horror vacui, esto es, la necesidad de ornamentar u ocupar cabalmente los espacios vacíos, uno de los rasgos más característicos del estilo barroco. Pese a la pobreza imperante en la época, existía un genuino esfuerzo por la decoración y difusión de obras artísticas que ayudaran a la propagación del mensaje religioso y, asimismo, a la decoración y colorido de los distintos elementos arquitectónicos que componían el monasterio, así como de sus puertas y mobiliario. Además, imágenes de santos de devoción popular se iban sumando poco a poco en pequeñas capillas dentro de los templos, junto con las donaciones de particulares que legaban por testamento distintas obras.

Uno de los templos más destacados por su decoración y acumulación de distintas obras de arte es el de San Francisco. En el siglo XVII el Padre Alonso de Ovalle refiere en su Histórica Relación del Reyno de Chile una idealizada descripción de la iglesia de San Francisco y su decoración: "El Convento de San Francisco podemos decir que es una ciudad según es de grande. Tiene dos claustros para las procesiones; el menor que es el primero, de arcos de ladrillo y el segundo, que es muy capaz, de muy devota pintura de la vida del glorioso santo careado con los pasos de la de su dechado, Cristo, Señor Nuestro. Hay sobre esta historia todos los santos de su Orden y cuatro grandes cuadros en las esquinas, que sirven de altares para las fiestas... La portería que han hecho nueva, majestuosa; la sacristía, pintada toda y muy airosa y con ricos ornamentos. La iglesia, que es de piedra muy bien labrada, se va llenando por todos lados de grandes retablos dorados y las capillas son de las mejores y más adornadas del lugar; pero todo esto no llega a la sillería del coro que es una de las mejores y más adornadas piezas que he visto; es toda de ciprés, con que siempre hay buen olor y el primer orden de sillas que está arrimado a la pared llega con su coronación junto al techo, todo de admirables lazos y relieves, de vistosas molduras y galana proporción." (Ovalle, Alonso. Histórica Relación del Reyno de Chile, p. 176)