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Teatro La Memoria

La compañía de teatro La Memoria, fundada en 1989, debutó con la puesta en escena de El paseo de Buster Keaton, de Federico García Lorca, para continuar con Estación Pajaritos y La Tierra no es redonda. A principios de los años noventa, período en que se inicia la transición política chilena, la compañía montó las obras que convirtieron a Castro y a su compañía La Memoria en un referente del teatro en Chile: La Manzana de Adán, Historia de la Sangre y Los Días Tuertos.

Una de las características de esta compañía es crear obras a través de un lenguaje no lineal, que rompe con las estructuras narrativas tradicionales. Es un teatro en donde se conjugan de manera integral el texto, la imagen, la gestualidad y la interpretación. Además se indaga en la representación de manera experimental, enfoque que más de alguna vez significó a Castro y a su teatro ser tildados de "herméticos". Pese a ello, actualmente se reconoce su aporte en el descubrimiento de nuevas formas en la representación teatral que hace de la metáfora y del discurso no lineal un medio importante de transmisión del mensaje. Hay un énfasis en considerar el teatro como un objeto estético en sí mismo, sin olvidar el contenido social, pero distanciándose de la representación convencional. Esto hace que el mensaje sea difícil de comprender por el público masivo.

Por ejemplo, en Historia de la sangre, los personajes viven en una "atemporalidad", en donde se funden el pasado y el presente, el recuerdo y el ahora. También hay una gestualidad exacerbada que simboliza su deseo de expresar lo inaccesible, lo inefable (Celedón, 2006: 250). Incluso, un personaje como La Chica del Peral mutila su discurso, suplantándolo con onomatopeyas. En este sentido, en el Teatro La Memoria aparece lo que Juan Villegas plantea como una de las características del teatro latinoamericano de principios del siglo XXI: "Creemos que en los últimos años, la tendencia a la búsqueda de nuevos lenguajes escénicos ha conducido con frecuencia a un énfasis en el lenguaje y, en ocasiones al disfrute lúdico del lenguaje. En el caso del teatro latinoamericano, sin embargo, el mensaje social no ha desaparecido y, aún dentro de espectáculos con lenguajes teatrales crípticos se busca un mensaje social, aunque, con frecuencia, es menos específico o con connotaciones nacionales atenuadas" (Villegas, 2001: 19).

Respecto de Chile y de la actividad artística que comienza con la recuperación de la democracia, se puede afirmar que la experimentación que realiza el Teatro de La Memoria responde a una nueva necesidad y libertad que el contexto social y político posibilitaron. El teatro, liberado del deber de denunciar la represión de la dictadura, explora nuevos estilos y temáticas. Al respecto, Pedro Celedón señala (2006: 244): "En este escenario, el teatro pasa (metafóricamente) de ser "trinchera", a ser "muelle", ofreciendo así una plataforma para explorar en libertades de género, de minorías étnicas y sexuales, de estéticas y estilos".