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Conservación de los recursos naturales

Inspirado en los adelantos desarrollados por las ciencias forestales en Europa, Federico Albert advirtió que la conservación no pretendía dejar intocados los bosques, sino que implicaba el manejo racional de la explotación y el fomento de los recursos, pues planteó que la conservación de bosques encierra en sí la necesidad de cortarlos y explotarlos, a pesar de lo extraño que esto parezca a primera vista. La conservación tampoco trataba de restar suelo de capacidad agrícola con el propósito de plantar árboles. Al mismo tiempo, la explotación y conservación del recurso debía permanecer íntimamente ligada a la plantación y restauración de los montes. Consideró, además, la conservación de bosques como una necesidad imperativa de la agricultura.

No obstante, respecto de la destrucción de las selvas del sur de Chile, Federico Albert afirmó que los daños causados a la nación eran demasiado palpables y en unos pocos años más sería imposible enmendarlos, pues al Estado ya no le pertenecería una pulgada de terrenos cubiertos con bosques y necesitaría muchos centenares de millones de pesos no sólo para comprar a oro los terrenos destruidos, que antes había repartido gratuitamente cubiertos con todas las riquezas forestales, sino también para hacer frente al embancamiento de las dunas, a la repoblación de los terrenos áridos, de las hoyas hidrográficas, de las vertientes, la corrección de cerros y torrentes, como a todos los demás problemas forestales. Para Albert las laderas accidentadas de la cordillera son verdaderas fábricas de dunas. La cordillera andina, contribuía con más de dos tercios del total de las dunas existentes en el país, pues 555 kilómetros corridos de costa estaban cubiertas con arenas volantes provenientes de la alta cordillera y sólo 250 kilómetros de costa dunosa provenían de la Cordillera de la Costa y del interior.