Subir

Carlos Keller Rueff (1898-1974)

Tras la crisis económica internacional de 1929, algunos expertos en economía intentaron explicar e interpretar el proceso histórico, político y social que llevó a Chile a ser uno de los países más afectados a nivel mundial.

Uno de los primeros en llevar a cabo un análisis de la situación chilena, remontándose incluso a los inicios de la historia nacional durante la conquista española, fue el economista y sociólogo Carlos Keller Rueff (1898-1974), quien describió los sucesos que llevaron al país a su peor momento económico, político y social.

Durante su vida publicó una serie de obras en las que criticó las políticas económicas y sociales del período parlamentario y aquellas tomadas durante la crisis política de 1924-1925. Propuso una refundación del país sobre la base de un Estado autoritario y nacionalista, que protegiera los intereses nacionales por sobre los intereses extranjeros que usufructuaban de los recursos y la fuerza de trabajo chilena. Sus obras más conocidas fueron La eterna crisis chilena (1931), Cómo salir de la crisis (1931) y Un país al garete: contribución a la sismología social de Chile (1932), que se inscriben en la misma corriente reformista y nacionalista de otros escritores como Francisco Antonio Encina (1874-1965), Nicolás Palacios (1854-1911) y Alberto Edwards (1874-1932).

En La eterna crisis chilena Keller analizó la formación del empresariado minero e industrial durante el siglo XIX, quienes desplazaron al hacendado y su producción agrícola-ganadera dentro de la estructura económica nacional; la formación de los sectores medios centrados en el empleo público y el comercio; y la formación de la clase proletaria, al alero del desarrollo industrial y la modernización de los procesos mineros.

En el ámbito político, Keller definió al Chile de fines del siglo XIX y principios del XX como un país en permanente caos y desequilibrio, y entregó una importancia trascendental a la acción militar para mantener la estabilidad de la república, definiendo como "politiqueros" a la elite que conformó a fines del siglo XIX el denominado sistema parlamentario.

Para él, las responsabilidades de las masacres cometidas por el ejército recaían en la oligárquica conformada en torno a la especulación financiera, la exportación de recursos y el poder político del Congreso. Así, valoró la intervención militar de 1924 y el posterior gobierno dictatorial de Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960), señalando que "el movimiento iniciado en 1924 y que ha entrado en una nueva fase debido a los acontecimientos de julio del 31, constituyen la primera gran tentativa iniciada con el fin de transformar al Estado chileno, poniendo término al caos reinante. (…) El ambiente político corrompido, los partidos desprestigiados, la administración pública desorganizada, el peligro comunista una amenaza gravísima, las finanzas públicas desequilibradas, los problemas de la política exterior reclamando una solución definitiva: ese era el estado de cosas que heredó la revolución" (Keller, Carlos. La eterna crisis chilena. Santiago: Nascimento, 1931, p. 31).

Para Keller, el mayor problema que enfrentó el movimiento militar de Ibáñez fue la imposibilidad de articular un grupo político a modo de partido u organizar bajo su alero a toda la opinión pública. La permanencia de los partidos políticos tradicionales en el parlamento obligó, según él, a ejercer medidas represivas en contra de quienes se mostraron opositores al régimen.

Sobre la crisis económica que estalló en 1929, Keller hizo un análisis generalizado y basándose en la historia del país señaló que "en Chile las crisis son especialmente profundas y graves, por una razón muy sencilla: porque nuestro bienestar económico depende fundamentalmente de la exportación de dos productos mineros: el salitre y el cobre, que reaccionan en forma vehemente frente a cualquiera perturbación que se produzca en el mercado mundial. La economía chilena es esencialmente inorgánica, se caracteriza por una estructura sumamente artificial y está expuesta a fluctuaciones aún mayores que las de los países plenamente capitalistas. Además, uno de los productos en que se basa nuestro bienestar económico, el salitre, se encuentra desde la guerra mundial en una lucha de competencia gravísima con substitutos artificiales, sobre cuyo desenlace es absolutamente imposible prever nada definitivo" (Keller, p. 41).

Agregó que la respuesta de los personajes públicos y los especialistas en economía y finanzas fue tardía, pensando que la crisis era pasajera. Sin embargo, esta se profundizó en la minería, afectó a la producción agrícola, estancó el desarrollo industrial, disminuyó las reservas de oro del Banco Central y empujó al fisco a buscar nuevas formas de financiar las obras públicas emprendidas por Ibáñez.

Respecto a la respuesta que se debía tener frente a la crisis económica, política, social y también moral, Keller respondió con el concepto de "nacionalización", entendida esta como la valoración de la cultura nacional, el desarrollo de la educación pública, el proteccionismo económico y el desarrollo industrial chileno. En ese sentido, se instaló en la posición ideológica del "nacional-desarrollismo" de derecha, que comenzó a imperar en la década de 1930 entre intelectuales, políticos y economistas, y que se basó tanto en el proteccionismo económico y el desarrollo "hacia adentro" a través del fomento de la industria, la modernización del sistema agrario y un amplio plan de obras públicas, así como en las políticas impuestas por el fascismo italiano y otros movimientos nacionalistas europeos.

Un año después, en 1932, Carlos Keller presentó una conferencia en la Academia de Guerra, en la que expresó sus ideas para sacar al país de la crisis. En el ámbito de la política económica con el exterior, propuso realizar "tratados especiales con otros países" y la conformación de un mercado "indoamericano", es decir, tratados comerciales principalmente con los países de la región, a partir de un "intercambio rigurosamente fiscalizado, que no permitirá importar absolutamente nada que no esté de acuerdo con las necesidades nacionales y que no se pueda cancelar con el importe de lo que se entregue en compensación por lo adquirido" (Keller, Carlos. Cómo salir de la crisis. Santiago: Editorial Nascimento, 1932, p. 22-23).

Con respecto a la deuda exterior, recomendó concentrar los pagos a través del Banco Central y aquellos pagos imposibles de ser realizados en dinero, que fueran hechos en mercaderías producidas en el país. En el ámbito de la producción agraria, su principal propuesta fue la subdivisión de las grandes extensiones de tierras bajo dominio de muy pocos latifundistas, permitiendo dar trabajo a los cesantes y generar productos agrícolas comerciables de manera interna y en el exterior. Sobre el crédito bancario y la industria, expresó la necesidad de liquidar las empresas incapaces de cubrir sus deudas y fomentar la producción de las que aún podían subsistir a través de la ampliación del crédito privado.

Carlos Keller fue uno de los fundadores del Movimiento Nacional Socialista, en conjunto con Jorge González Von Marées (1900-1962). En 1934 fundó la revista Acción Chilena, que dio a conocer las propuestas políticas, sociales y económicas del partido en un tono más académico que el diario Trabajo, órgano oficial del partido. En 1939 se separó del movimiento al cambiarse el nombre de éste a Vanguardia Popular Socialista y aliarse con el Frente Popular.

Durante los años que siguieron y hasta su muerte en 1974, Keller estuvo centrado en actividades académicas y educativas, alejándose para siempre de la política contingente.