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La gestión económica de Gustavo Ross Santa María (1879-1961)

Gustavo Ross Santa María nació en Valparaíso el 16 de junio de 1879, hijo de una de las familias más acaudaladas del país, formada por Jorge Ross Edwards (1838-1891) y Lucía Santa María (1848-1939), sobrino del economista Agustín Ross (1844-1926) y del empresario Federico Santa María (1845-1925).

Cursó sus estudios en el Colegio Mac Kay y luego en los Padres Franceses, ambos de Valparaíso, para posteriormente ingresar a trabajar al Banco de Chile. Posteriormente partió a París, donde aprendió de finanzas y participó activamente en la Bolsa de Comercio de esa ciudad. Volvió a Chile en 1901 y comenzó su carrera empresarial en el ámbito de la producción del carbón.

En 1924 participó en las elecciones parlamentarias como candidato a senador por la región del Bio-Bio sin mayor éxito. En 1927 cuando Carlos Ibáñez del Campo (1877-1960) tomó al poder, fue exiliado a Europa acusado de especulación financiera por el régimen dictatorial. En el exilio estrechó lazos con otros chilenos que se avecindaron en diversas ciudades de ese continente, en especial con Arturo Alessandri Palma (1868-1950), quien en su retorno a Chile fue electo por segunda vez como presidente.

Respecto a su encuentro en Europa y posterior decisión de entregarle el Ministerio de Hacienda, Alessandri relató en sus memorias de gobierno que "el punto más vulnerable y difícil de mi administración era la elección de ministro de Hacienda, que necesitaba restaurar las finanzas nacionales y la economía general, que se encontraba en estado deplorable y desastroso (…). Yo no había conocido antes al señor Gustavo Ross; pero nuestro largo y prolongado destierro en Europa que nos impuso el señor Ibáñez nos acercó. Traté allí con intimidad al señor Ross, me impuse de sus conocimientos profundos en materias financieras y económicas. (…) Estadistas de importante valer en Francia, expresaron juicios muy halagadores para la mentalidad y preparación en materias financieras de Gustavo Ross. Llegaron a decirme reiteradamente, que era un hombre apto para ser un gran ministro en Francia, Inglaterra, Alemania o cualquier otro país del mundo" (Alessandri Palma, Arturo. Recuerdos de Gobierno, Tomo III. Santiago: Editorial Nascimento, 1967, p. 7).

Cuando Ross asumió el ministerio, Chile se encontraba en medio de una crisis que había profundizado el discurso nacionalista, estatista y desarrollista, en desmedro de la ideología económica liberal a la que él pertenecía. Sin embargo, decidió continuar el camino impulsado por los gobiernos anteriores y no realizó cambios radicales a las políticas económicas imperantes, a pesar del fracaso de varias de ellas, las que Ross asumió como parte de su trabajo reformador.

En ese sentido, las medidas de Ross tendieron a fortalecer el nuevo rol del Estado a partir del proteccionismo arancelario y del fomento a la industria. Los principales ejes en los que se basó su estrategia económica -criticada por la corriente "keynesiana" nacional como pragmática y ortodoxa- fueron el equilibrio de los presupuestos fiscales y del gasto público; control de las políticas monetarias del Banco Central, principalmente de la expansión monetaria; alza de impuestos sectoriales, sobre todo el impuesto agrícola, que presentó cierta resistencia entre el empresariado de ese sector productivo; el incentivo a la construcción de obras públicas y privadas; manejo de la política cambiaria y alzas en el valor de las materias primas, junto con el fomento de las exportaciones nacionales (Fermandois, Joaquín. Abismo y cimiento: Gustavo Ross y las relaciones entre Chile y Estados Unidos, 1932-1938. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 1996, p. 41-43).

Una de las primeras medidas de su ministerio fue la reorganización de la industria salitrera a través del proyecto de creación de la Corporación de Ventas de Salitre y Yodo, que reemplazó a la fracasada COSACH. Como señaló el propio Alessandri, la crisis salitrera era una de sus mayores preocupaciones, puesto que, a pesar de las disminuciones de las ventas, seguiría siendo el principal pilar de la economía nacional a principios de la década de 1930 junto al cobre, y señaló además que "la COSACH produjo la crisis salitrera, redujo el trabajo al mínimum de oficinas en la pampa, cegando así el principal de los mercados del país para los productos de la agricultura, de la industria fabril, de las minas de carbón y paralizó, además, en gran escala, el comercio. La cesantía de 180 mil obreros fue la consecuencia precisa de la paralización del trabajo de la mayoría de las oficinas salitreras y el Fisco, sin recursos y carente de medios para proporcionarlos, tenía que alimentar entre cesantes y sus familias a más de 280 mil bocas humanas" (Alessandri, p. 28).

Con la centralización de capitales en la industria del nitrato y habiendo puesto en regla las deudas de la anterior compañía, Ross pudo dedicarse a solucionar otros problemas urgentes. Uno de estos fue el energético, para el fomento a la producción y el transporte civil e industrial, puesto que la economía del principal conbustible del país, el carbón mineral, al no ser consumido al mimso nivel que antes en las faenas mineras, entró en crisis y debió buscar otros usos, como, por ejemplo, en la generación de energía electrica a través de centrales termoeléctricas.

Para aquello, Ross decidió que era fundamental centralizar y nacionalizar, por medio de la compra de la mayoría de las acciones por parte del Estado, a la Empresa Nacional de Electricidad que se encontraba en manos de la South American Power Co. de capitales norteamericanos, lo que se llevó a cabo a partir el denominado convenio Ross-Calder, en el marco de la política de control de capitales y cambio de divisas. Este convenio fue criticado duramente, producto de la amnistía que se entregó por medio de la Ley 5.825 a empresas y a particulares que especularon con dolares y otras divisas en el mercado negro, con la finalidad de aumentar sus utilidades durante la crisis económica. Además, preocupó también a la sociedad en su conjunto, ya que la intervención del Estado no aseguró inmediatamente la estabilidad de la empresa, y, por tanto, se creyó posible un aumento de las tarifas en el transporte civil urbano, dependiente de la energía eléctrica, lo que llevó a los sindicatos de la empresa a solicitar su incorporación en el directorio de la misma con la finalidad de tener cierto control en la toma de decisiones, cuestión que fue rechazada por el gobierno asegurando que no se realizarían alzas.

Por otra parte, además de mantener los aranceles aduaneros de los gobiernos anteriores, Ross creo el primer impuesto a la compra-venta que afectó a productos como el tabaco, los alcoholes y bienes de lujo, con el fin de acrecentar las arcas fiscales, mientras que dejó exentos de impuesto a los alimentos de primera necesidad y los espectáculos artísticos y culturales.

A través del financiamiento sectorial fomentó la industria fabril y la producción de bienes de consumo inmediato, áreas que crecieron rápidamente entre 1935 y 1936. Al mismo tiempo, se eximió de impuestos al área de la construcción hasta 1936 y cuando el crecimiento de ese rubro declinó, fue el propio Estado el que se transformó en constructor, a través de la implementación de obras públicas como el barrio cívico de la capital.

Estas medidas fueron fundamentales para descender la cesantía, complementadas por la creación de las Milicias Republicanas, cuerpo paramilitar apoyado en sus inicios por el presidente Alessandri para contrarrestar las intervenciones en política del Ejército y contener el avance de los movimientos sociales. Uno de los efectos colaterales de las milicias fue la absorción en todo el país de cerca de ochenta mil desocupados que encontraron en sus filas techo, ropa y comida regularmente hasta 1936 (Valdivia, Verónica. Las Milicias Republicanas. Los civiles en armas, 1932-1936. Santiago: Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 1992).

Por otro lado, el Estado bajo la dirección de Ross comenzó a adquirir un carácter comercial e industrial al ser intermediario, principalmente, en el fomento del consumo de los productos mineros, agrícolas y manufacturas a través de la diplomacia y de la firma de convenios con Estados Unidos y varios países europeos, lo que generó una importante demanda y el vaciamiento de las bodegas aduaneras nacionales. En el ámbito financiero y monetario, el Banco Central continúo su política crediticia, entregando financiamiento al Estado y a privados. Hasta 1934 se mantuvo la emisión de circulante dictada por un decreto de la "República Socialista", para paulatinamente ir disminuyéndolo, con lo cual pudo controlar en parte la inflación y la devaluación. Obligó también a empresarios y comerciantes a no cambiar pesos por divisas extranjeras, manteniendo el comercio en la misma moneda en que los negocios eran realizados (Marfan, Manuel. "Políticas reactivadoras y recesión externa: Chile: 1929-1938". Colección Estudios CIEPLAN, Número 12, marzo de 1984).

A pesar de todas estas políticas económicas que tuvieron un éxito relativo, el movimiento obrero y popular definió al ministro Ross como el "ministro del hambre", en contraste con el apodo que recibió de empresarios, políticos y de la prensa como el "mago de las finanzas", puesto que los sueldos se mantuvieron bajos durante el período de recuperación y se entendió, en general, que sus políticas estaban centradas principalmente en fortalecer los grandes capitales nacionales. Esto llevó al desarrollo de amplias manifestaciones obreras durante 1937 y 1938, reprimidas fuertemente por el gobierno. A pesar de lo anterior, Ross fue designado en la sucesión de Alessandri como candidato presidencial para las elecciones de 1938, las que finalmente perdió frente a Pedro Aguirre Cerda (1879-1941) y el proyecto estatista que lideró a través del Frente Popular.