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Del venero nativo (1940)

En 1940, Jorge González publicó Del venero nativo, su último poemario. El libro se dividió en tres secciones: "Del venero nativo", "Tristezas que cantan" y "Amistad". Esta última parte se dedicó, "en versos de afecto y comprensión, a celebrar la amistad entre otros, a los poetas Jerónimo Lagos Lisboa, Carlos Préndez Saldías y Armando Ulloa" (Rafide, Matías. "Evocación de Jorge González Bastías". La Mañana. 4 julio 1992, p. 3).

Si bien en Del venero nativo existe una continuidad de los motivos poéticos en relación con sus otros libros, como "la insistente añoranza del río cristalino evocando los viejos guayanes, desplazados por la línea del ferrocarril y la decadencia portuaria de Constitución"- se ha destacado un nuevo foco temático en el mundo minero: "Hay sobre todo la mina, el Venero Nativo, poemas originales y firmes, pero siempre alígeros, que exaltan la fecundidad de la tierra y la brega heroica de los buscadores del metal que en esfuerzo creador acrecientan la alegría del mundo" (Lagos Lisboa, Jerónimo. "Jorge González Bastías (El poeta y el hombre)". Atenea. Número 182,1940, p. 221-222). En concordancia con lo anterior, Matías Rafide señaló que en este libro "el poeta desentraña ocultas vetas, horada la tierra para arrancarle sus recónditos secretos. Dedica versos al cateador 'José Muga' y narra extrañas leyendas. Habla de los espíritus y fantasmas que viven en las minas y de las consejas del minero sencillo y crédulo" ("González Bastías, Jorge (1879-1950)". Diccionario de autores de la Región del Maule. Talca: [s.n.], 1984.p. 201).

En su último libro, González Bastías marcó cierta distancia con el "panorama del agro infecundo" para expresar una visión "más positiva, un futuro más brillante", en particular, a partir de la labor del minero, sus hallazgos y pensamientos acerca de su entorno: el autor "acude a la búsqueda de lo mineralógico, al venero nativo, como una fórmula de descubrir el subsuelo, lo subyacente, lo invisible. No le basta con dialogar con las cosas que encuentra en ese descenso a lo vernacular, sino que quiere profundizar aún más, penetrar más hondo. El poeta se alegra con ese minero solitario, enamorado de la tierra y sus leyendas, que en la noche ilusionada sorprende, las fugaces luces de los entierros, y el rodar claro y sorpresivo de los minerales" (Mesa, Manuel. "Semblanza de González Bastías". Mapocho. Número 25, 1977, p. 62).

A propósito de la publicación de Del venero nativo de Jorge González Bastías y de Aventura, libro escrito por Juan Guzmán Cruchaga (1895-1979), en 1940, el crítico Alone elogió a ambos autores como exponentes de "los tiempos renovadores" de la poesía chilena y, en particular, por ser "medidos en la audacia, dosificados en la novedad", en contraste con otros escritores que han caído en la "charlatanería" o en las "imitaciones". Para Alone, González y Cruchaga "no han necesitado derramar sangre ajena ni propia; son como santos tranquilos de una religión benigna -(los que tienen la estética y la ética)- en todo el fervor de su instalación reciente". En particular sobre Del venero nativo, el crítico señaló que, en comparación con sus libros anteriores, "sus flores toman otro aspecto, ligera, sutilmente extraviado, un aire de novedad de lo más agradable. Parece más puro en el pensar, en el sentir, en el imaginar (…). No teme cantar y contar, no rehúye el ritmo ni la rima. Conserva todo lo bueno. Únicamente le añade un no sé qué de fino y libre que está en la atmósfera. Una especie de alma cósmica, un panteísmo desprovisto de énfasis, casi doméstico" (Alone. "González Bastías: Del Venero Nativo y Guzmán Cruchaga: Aventura. Poemas recientes". Anales de la Universidad de Chile. Número 39-40, p. 232-234).