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Litoral (1927-1928)

revistas de vanguardia, vanguardias
revistas de vanguardia, vanguardias

Litoral. Órgano de estética, arte moderno y ciencia fue una revista que vio la luz en Valparaíso, bajo la dirección y administración del grupo de vanguardia homónimo. En su "Declaración de principios", la publicación -que alcanzó los tres números entre 1927 y 1928- hacía un llamado al "artista moderno", enfatizando en valores como la espontaneidad, la impulsividad y el dinamismo, por intermedio de imágenes que aludían a la modernidad de las grandes ciudades: "FIRMEMENTE DE PIE SOBRE SU ÉPOCA, EL ARTISTA MODERNO ES EL HOMBRE QUE CANTA DIONISIACAMENTE LA VIDA QUE VIVE, RECUPERADA SU LIVERTAD (sic) DE ACCIÓN, LA DESENVUELVE Y LA MANIFIESTA INSÓLITAMENTE SOBRE EL HAZ DE LOS PANORAMAS MODERNOS DEL MUNDO (…). EL CANTO DEL POETA MODERNO ES LA VOZ DIONISIACA DEL HOMBRE SEMIDIOS ELECTRIZADO DE SENSACIONES ESPONTÁNEAS Y PURAS" (Grupo Litoral. "Declaración de principios". Litoral. Número 1. Valparaíso, noviembre de 1927, p. 1).

De manera similar, pero haciendo referencia tanto a saberes científicos del tiempo como a la producción capitalista en serie, en "Cartel", especie de manifiesto firmado por P. C., que se publicó en su segundo número, se listan "los elementos del arte nuevo" que estaba en el horizonte del grupo Litoral: "La mecánica sideral de Einstein, la mecánica fonética de Edison, la mecánica biológica de Woronoff, la mecánica financiera de los Ford y de los Stinnes; Vórtice, Vértigo, vértigo y vórtice de la informe caótica contextura del porvenir. Vértigo-vórtice espasmo profundo, desgarrante de voluptuosidad. (…) sobre esto, en todo esto, están los elementos de este arte nuevo; nuevo ahora y viejo mañana; renovado y renovándose, el arte nuestro, el arte y la poesía de este siglo, (…) sobre todo esto estamos haciendo, destruyendo y volviendo a levantar nuestro arte, el arte y la poesía de hoy- Alegría, Lujuria y Dolor-. Mecánica dinámica de la vida actual" (P. C. "Cartel". Litoral. Número 2, diciembre de 1927, p. 1)

Según Begoña Alberdi, "la particularidad de los poetas y artistas de Valparaíso", especialmente de los vinculados al "Grupo Litoral", residía en "la interiorización" de los cambios producidos por la modernidad económica y estética "como una experiencia heterogénea, traumática y contradictoria: del campo a la ciudad, del sedentarismo al nomadismo". En Litoral "el espacio no es la urbe definitiva, sino lo rural en transformación y lo urbano semindustrial", que se expresaba y materializaba en una "'retórica del desfase': entre el mundo representado y el modelo de representación" (Alberdi, Begoña. "Valparaíso a través de sus revistas: un modelo de vanguardia heterogénea". Acta Literaria, número 47, segundo semestre de 2013, p. 44).

Este desfase entre contenidos y las formas y modos de representarlos, para Alberdi, se daba tanto en la producción poética como en la producción de imágenes de Litoral. En relación con los textos de poesía publicados en la revista, destacó la convivencia de poemas "modernizadores y dislocantes" -como "Typperary" (número 1) o "Boudoir" de Pedro Plonka (número 2); "Ciudad despanzurrada" (número 1) de Julio Walton Hesse; "Auto" (número 3) de Salvador Reyes (1899-1970) o que referían al perspectivismo, la sinestesia y el espacio del sueño como "Kaleidoscopio" (número 3) de Winétt de Rokha (1892-1951)- y de otros poemas que correspondían a voces "modernistas, mundonovistas e incluso tardorrománticas, como serían Zoilo Escobar, Alejandro Gutiérrez y Luis Enrique Délano" (Alberdi, p. 41).

En el ámbito de las imágenes, Litoral otorgó un espacio de mayor preponderancia a grabados -en madera y linóleo-, viñetas y dibujos en comparación con otras revistas de vanguardia del tiempo publicadas en Valparaíso, como Nguillatun (1924), o producidas en Santiago, como Ariel (1925) y Andarivel (1927).

Respecto del "vaivén" entre ruralidad y urbanidad, Alberdi señaló que existió en Litoral "un doble estatuto sociocultural" que se veía reflejado específicamente en las portadas del primer y segundo número de la revista, tanto en los temas representados: "Mientras el linóleo del mexicano Jesús Carlos Toro representa las metrópolis, fábricas y máquinas (…), por su parte, el grabado de Germán Baltra pone en escena un paisaje bucólico, de intimidad agreste"; como en los modelos de representación utilizados en cada una de ellas: "Mientras el grabado de Toro representa la ciudad al modo del constructivismo ruso -con verticales y diagonales que orientan topológicamente a los edificios y la imitación del fotomontaje-, por su parte Baltra continúa en su imagen con una lógica representacional mimética, sostenida en la linealidad discursiva" (p. 43).

Además de las portadas, Litoral incorporó imágenes -principalmente grabados- en títulos, viñetas e ilustraciones que acompañaban algunos textos, pero también otras imágenes con relativa independencia del contenido textual, diagramadas a página completa como xilografías y linografías de autoría de los citados Carlos Jesús Toro y Germán Baltra -quien posteriormente fue un colaborador asiduo en otra revista de Valparaíso, Gong (1929-1930)- además de otros grabadores y artistas como Pedro Plonka, Lautaro Alvial, Estrada Gómez, Pedro Celedón y Carlos Hermosilla Álvarez (1905-1991), que utilizaron modos de representación que aludían al horizonte contemporáneo en el que convivían estéticas modernas, derivadas de las vanguardias históricas europeas y otras formas figurativas apegadas a un lenguaje visual más tradicional.

Respecto del linóleo, su uso era todavía reciente durante la década de 1920. Popularizado en Valparaíso por los hermanos Alvial -quienes, según Jerónimo Bedel, fueron "los primeros que en nuestro país realizaron el grabado en linóleum" ("Aníbal Alvial". Letras. Año III, número 21, junio de 1930, p. 3)-, también fue utilizado en la esfera del arte institucional gracias al artista Abelardo "Paschin" Bustamante (1888-1934), quien "enriqueció el grabado chileno, al incorporar la técnica del linóleo" (Becker Gana, Bárbara. La historia del grabado en chile: desde sus orígenes hasta el Taller 99. Santiago, Chile, 1996, p. 55).

Posteriormente, uno de los integrantes del grupo Litoral, el artista grabador Carlos Hermosilla Álvarez, extendió su uso durante el siglo XX, convirtiéndose en maestro de distintas generaciones en el Taller de Artes Gráficas que fundó en 1939 en la Escuela de Artes de Viña del Mar (p. 58).

Hermosilla se inició como autodidacta en la técnica de la xilografía y la linografía en los años previos y durante el tiempo de publicación de la revista Litoral; solo en 1930 "se le presentó la posibilidad de estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas de Santiago, bajo la tutela de Marco Bontá y Ana Cortés. Luego de un año de estudios (1930-31), debió regresar a Valparaíso por problemas de salud" (Becker, p. 58). Desde Valparaíso, participó en diversas instancias y publicaciones, entre ellas, la revista Multitud o el libro Mundo a Mundo: Francia de Pablo de Rokha (1894-1968).

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