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La novela castellana hoy (1907)

Luego de titularse como profesora de Castellano en el Instituto Pedagógico, Amanda Labarca escribió y presentó varias conferencias en la Universidad de Chile. La primera de ellas llevó como título "La novela castellana hoy" (1907), publicada posteriormente como parte de una obra mayor titulada Impresiones de juventud (1909), en la que abordó otros temas relacionados con la literatura española, principalmente en el segundo capítulo, "La poesía castellana hoy" (1907).

Estos ensayos se enmarcaron en el desarrollo de la carrera docente de Labarca, pero también en los cambios internos de la academia chilena que, para inicios del siglo XX, se encontraba en un proceso de análisis y discusión de la reforma a los planes de estudio, donde la literatura castellana, y el ramo de Castellano en particular, eran parte crucial del desarrollo educativo de los estudiantes. En ese sentido, se ha planteado que Labarca ejerció a través de estos textos una "crítica literaria popular", destinada a abrir la literatura a otros públicos lectores, de la clase media y los sectores populares, que poco a poco se fueron integrando al sistema educacional (Hurtado, Edda. "Amanda Labarca, lectora y crítica literaria en su primer libro Impresiones de juventud (1909)". En Salas, Gonzalo y Hurtado, Edda (editores). Amanda Labarca. Lectora, escritora y crítica. La Serena: Nuevas Miradas Ediciones, 2022, p. 28-34).

Por su parte, el texto "La novela castellana hoy" se dividió en dos partes. La primera, titulada "El pasado", donde la autora dio cuenta de la evolución histórica de la literatura castellana del siglo XIX. Caracterizó y definió algunos aspectos del Romanticismo de la primera mitad del siglo y del Naturalismo, Psicologismo y Realismo de la segunda mitad del mismo. La segunda parte, titulada "Los nuevos", la dedicó a revisar el trabajo de escritores como Emilia Pardo Bazán (1851-1921), Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), Pío Baroja y Nessi (1872-1956), Manuel Ciges Aparicio (1873-1936), Francisco Acebal (1866-1933), Gregorio Martínez Sierra (1881-1947), Ramón del Valle Inclán (1866-1936) y Felipe Trigo (1864-1916), todos relacionados con el desarrollo del Naturalismo, el Modernismo y el Realismo español, además de ser considerados parte de la joven "Generación del 98", caracterizada por su revisionismo de la tradición novelesca española y por vivir la última etapa de decadencia del imperio y los problemas internos -sociales, políticos y económicos- que esto significó para esa nación.

Labarca abordó las complejidades del proceso de formación de esta vanguardia literaria y rastreó sus influencias en el pasado de la literatura española. Destacó elementos del Cervantismo en ellos en el apartado "La sombra de Don Quijote", donde subrayó la importancia del personaje como referente tanto para eruditos, críticos y autores que profundizaron en su figura, que reescribieron su historia o se inspiraron en él y su autor para escribir sus propias historias y personajes (Castro, Jéssica. "Amanda Labarca y el cervantismo femenino en Chile". En Mata Induráin, Carlos (ed.), Recreaciones quijotescas y cervantinas en la poesía y el ensayo. España: EUNSA, 2015, p. 51-53). Respecto a esta influencia quijotesca, Labarca escribió que "jamás en ningún tiempo de la literatura hispánica, la figura del ideal caballero inspirara a un mayor número de autores que en el presente ciclo. Se podría tomar una serie de estas nuevas obras y encontrar en todas la huella de su espíritu. Los poetas le cantan como los helenos a los héroes, le cantan en todos los tonos; los prosistas historian de nuevo su paso por el mundo" (Labarca, Amanda. Impresiones de juventud. La novela castellana hoy. Santiago: Imprenta Cervantes, 1909, p. 78).

Los avances de la ciencia, la psicología, los procesos revolucionarios de Europa y los nuevos ideales políticos, la ampliación de la democracia y la aparición de las mujeres como figuras importantes en los relatos, permitieron la incorporación de nuevas temáticas en la literatura castellana, donde los problemas sociales, la decadencia, la vida real de los sujetos y el ejercicio del poder fueron también parte de la crítica interna realizada por esos autores.

También desarrolló la influencia que recibieron de autores extranjeros. En ese sentido, destacó la importancia de los escritores "rusos con Gogol, Dostoievski, Tolstoi y después Tchescoff y Gorki, [quienes] han señalado a los latinos la intensidad de sentimientos, la rudeza del alma primitiva que la acción constante de lo que vulgarmente se llama progreso ha desgastado en nosotros. Mayor ha sido la huella que dejara el teatro de Ibsen. La revolución que operó en el drama nacional noruego, ha repercutido en toda Europa. (…) Luego no debe olvidarse que Schopenhauer y Nietzsche han echado hondas raíces en el alma contemporánea; que el pesimismo del primero y la concepción orgullosa del otro (…) han influenciado sobre el modernismo en tan alto grado como las teorías estéticas de Ricardo Wagner. El italiano D´Annunzio ha sabido también labrar un profundo surco en el movimiento literario actual" (Labarca, p. 24).

Labarca presentó una gran afición por estas nuevas corrientes que nutrieron lo que llamó la nueva novela castellana, ya que declaró haber "bebido en ella elixir de belleza, he sentido su aroma de frescura y me han entristecido sus desesperanzas y pesimismos. Cada uno de los autores era como un amigo para mía" (Labarca, p. 9).

A pesar de aquello, hizo ver también sus defectos, principalmente la exageración del lugar ocupado por la naturaleza en los relatos, los elementos científicos presentes y el querer parecer más eruditos de lo que realmente eran, dejando en evidencia su desconocimiento de las diferentes áreas de las ciencias naturales y sociales a las que hicieron referencia. Aunque el "objetivismo" del naturalismo y el "subjetivismo" del psicologismo rejuvenecieron la literatura española y los autores enriquecieron sus ficciones con hipótesis y teorías de diferente índole, señaló que "no hay uno solo (…) que no tenga teorías y procedimientos distintos para analizar y viviseccionar el alma humana, para convencerse de que lejos de ser científicos, fueron sus métodos meramente empíricos y caprichosos" (Labarca, p. 22).

Finalmente, definió la novela realista y describió que "no está destinada a divertir. (…) el lector debe interesarse en ella vitalmente, porque en la mayoría de las veces envuelve un problema, formula una pregunta, estudia un caso que está en directa relación con nosotros. El artista arroja ante el público la inquietud de su cerebro y es inútil querer evitar la contestación (…)" (Labarca, p. 23). Para Labarca, los problemas humanos eran más palpables y reales en las nuevas corrientes literarias y "la podredumbre y la maldad diaria, escudriñada y revuelta por el ansia morbosa de los realistas; la miseria física, primero, expuesta sin piedad, y después, las miserias psicológicas; los antros de vicio que cobija; la candidez aparente del alma; el desengaño perpetuo; la ambición que fracasa; la ilusión perseguida en vano; los dolores ciertos, más agudos y acerbos que los delirios de la fantasía, convierten a la novela realista en el más amargo documento que haya producido el Arte" (Labarca, p. 23-24).

En sus conclusiones, explicó que la nueva literatura castellana era un reflejo de la crisis, caos y decadencia de la sociedad en la que se formó y, al mismo tiempo, declaró que amaba "esta nueva literatura de inquietudes y refinamientos, de sutilezas e idealidades, me place verla colocando sobre todo otro ideal el de la Suprema Belleza, me place sentirla abierta a todos los vientos de la civilización, a todas las palpitaciones de la vida" (Labarca, p. 104-105).