Subir

Cartel runrúnico (1928)

revistas de vanguardia, vanguardias
revistas de vanguardia, vanguardias

Los runrunistas, Alfredo Pérez Santana, Clemente Andrade Marchant, Raúl Lara (1911-), Benjamín Morgado (1909-1996), fueron un grupo de autores de vanguardia que propusieron movilizar y renovar la literatura chilena a fines 1920 y principios de 1930. Posteriormente, se uniría a ellos Alfonso Reyes Messa (1909-1967).

El origen del grupo se remonta a 1927, año en el que Pérez Santana, Andrade Marchant, Lara y Morgado se reunieron para realizar tertulias literarias, en las que "poco a poco se fue aclarando para ellos el sentido de su búsqueda: un deseo de protagonizar la vanguardia literaria, que no juzgaban suficientemente representada por aquellos que en 1926 recibían su influencia: en sus recuerdos, Benjamín Morgado nombra a Eliodoro Domínguez, Gerardo Seguel, Fuentes Vega, Luis Gómez Catalán, Rosamel del Valle, Juan Florit y a Humberto Díaz Casanueva" (Morgado, Benjamín. Poetas de mi tiempo. Santiago: s.n., 1961, p.10). En este mismo año, mostraron por primera vez sus poemas en público en el Círculo de Artes y Letras de Santiago, formado por un grupo de escritores que se reunían en el salón central de El Diario Ilustrado (1902-1970). Solo tuvieron diez minutos para leer sus poemas y fueron recibidos "con un grito de protesta en la sala" (Videla de Rivero, Gloria. "El Runrunismo chileno (1927-1934). El contexto literario". Revista Chilena de Literatura. Número 18, noviembre, 1981, p. 75).

En Poetas de mi tiempo, Benjamín Morgado recordó que en una de las tertulias que tenía con el grupo, leyeron la crítica positiva de Alone (1891-1984) al libro Esquinas (1927) de Morgado, aparecida en la crónica literaria del 20 de noviembre de 1927 del diario La Nación. A partir de esta crítica, "el grupo fija por primera vez las tendencias" (Videla, p. 75): "Nuestro movimiento será una caricatura fina con recursos tradicionales", en la que "nos servirán de inspiración los motivos más comunes" (Morgado, p. 44).

En abril de 1928, el grupo publicó el Cartel runrúnico, pliego de grandes dimensiones -de 55 cm., de ancho por 38,3 cm., de alto-, compuesto de seis columnas, con datos de publicación en los que se indicaba el número (1), fecha y dos direcciones: Ñuble 1128 y Nataniel 1037, Santiago, Chile.

En el texto que inicia la lectura del Cartel, "Isagoge", se indican las "definiciones paradójicas" (Videla, p. 77) de una poética runrunista, que tomaba cierta distancia humorística de esas primeras ideas postuladas a partir de la crítica de Alone: "El runrunismo no es un movimiento estático es un éxtasis en movimiento es la eclosión cáustica y ebullidora que descarga su fobia contra la retaguardia hética y la vanguardia pacifista es un movimiento inútil de necesidad precisa con repugnancia extrema por la razón y la lógica paradigmática y escolástica es el cuociente de una ecuación dinámico motriz que resulta de un análisis cósmico acendrado runrunismo concéntrico escangular atropellador y desgarrante" (Cartel runrúnico, 1928).

Esta "vanguardia pacifista" de la cual deseaban distanciarse aludía a la "representada por Pablo Neruda y sus seguidores, quienes eran los antagonistas literarios del Runrunismo" (Vergara, Sergio. "El Runrunismo. Presentación del grupo literario de vanguardia de 1928. Vanguardia literaria: ruptura y restauración en los años 30". Concepción: Ediciones Universidad de Concepción, impresión de 1994, p. 55).

La aparición del Cartel le dio más visibilidad al grupo y sus integrantes comenzaron a aparecer en diferentes publicaciones de la época hasta 1934, aunque con una recepción inicial desfavorable. Los "epítetos de la crítica serán sistemáticamente 'nihilismo', 'anarquía', 'insensibilidad', 'juego', 'disparate', etc. Los críticos tenderán a leer esta nueva poesía a la luz de sus modelos anteriores o vigentes en ese instante como portadores de la norma poética en uso" (Vergara, p. 53).

A pesar de que el trabajo de los runrunistas fue considerado como "menor" por parte de la crítica del período por no adecuarse a los cánones de la época o, posteriormente, por representar una respuesta tardía a las vanguardias internacionales de comienzos del siglo XX (Videla, p. 78), se ha sostenido la importancia del grupo por ser un antecedente relevante para la consolidación de las vanguardias chilenas al proponer "el cuestionamiento clave y la crítica respecto del lenguaje, su naturaleza poética y los procedimientos literarios en general" (Vergara, p. 53).

El runrunismo si bien tuvo en común con otras vanguardias del periodo en Chile la creencia en un arte nuevo, crítico y revolucionario -como por ejemplo manifestó el grupo Ariel por medio de su revista homónima en 1925-, no adhirió al mismo sistema de principios que aquellas vinculadas al surrealismo, sino que se inclinó más hacia el dadaísmo, por su carácter lúdico: "Allí donde la vanguardia se proponía afanosamente este aprehender metafísico de la realidad, el deseo de sustraerse de lo cotidiano y circunstancial para llegar a exponer a un sujeto total, sujeto como revelador de un 'trasmundo', el Runrunismo apela al juego, a la risa, y extrae sus materiales de la situación contextual inmediata" (Vergara, p. 67).

revistas de vanguardia, vanguardias