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Espejo del pasado (1947)

En 1947, Samuel Lillo publicó Espejo del pasado, con el subtítulo "Memorias Literarias". En este libro el autor realizó un relato de carácter autobiográfico en el que rememoró el desarrollo su "vocación literaria" -como la denominó en el cuarto capítulo- y las personas e instituciones que conoció en este recorrido.

Espejo del pasado ha sido considerado como un caso de "construcción de la figura intelectual", relato que tuvo como punto de inicio su niñez. En este sentido, el autor "rememora sus días de infancia con nostalgia, valorando esta etapa como un periodo formativo en el que se vislumbran los comienzos y primeros atisbos de su vocación literaria. Construye una genealogía de su profesión, centrando la narración en el hallazgo de hitos; así, cada recuerdo de esa época de su vida está supeditado a la construcción de la representación del sujeto-escritor" (Amaro, Lorena; Arecheta, Ghislaine; Castro, Esteban y Delpiano, María José. "Los saberes ocultos: la infancia en los textos autobiográficos chilenos". Acta Sociológica. Número 53, 2010, p. 134-135).

En el "Preámbulo" de Espejo del pasado, Samuel Lillo comentó que las impresiones de su libro "solo tienen el valor de la sencillez y de la sinceridad del que las recogió para solazarse en su vejez y revivir tiempos mejores". Especificó que el volumen no era una "historia literaria ni una crítica de libros. Es solo una presentación de hombres, casi un documento humano". Por esta razón, el autor indicó que "si no figuran en sus páginas muchos de nuestros buenos escritores, no es porque no reconozca sus méritos ni la importancia de sus actividades, sino tan solo porque no los he conocido personalmente, no han actuado en los círculos o instituciones que aquí recuerdo o son jóvenes que pertenecen al presente". En un mismo tono de aclaración previa a la lectura, Lillo se refirió a que si hacía alusión a algunas de las polémicas que tuvo en su momento, tales "referencias se limitan a recordar hechos", por lo que indicó que deseó "en lo posible, consignar solamente las impresiones agradables y evocadoras del pasado, olvidando los odios y las pequeñeces que salen al paso del escritor" (Lillo, Samuel. "Preámbulo". Espejo del pasado. Santiago: Nascimento, 1947, p. 5-6).

Así, por ejemplo, hizo referencia a la polémica surgida por Literatura chilena, una de sus publicaciones de estudios literarios que, según Lillo, fue mal recibida por los "críticos oficiales de los diarios y por algunos que se consideraron damnificados con ella. La juzgaron desde el punto de vista de una historia literaria sin fijarse que era una antología de carácter escolar, que solo servía de guía a los alumnos proporcionándoles datos para sus trabajos dejando, en la mayor parte de los casos, el juicio y la crítica de las producciones a cargo del profesor respectivo, después que se hubieran hecho las lecturas por los alumnos" (Lillo, p. 398).

Varios capítulos de Espejo del pasado se organizaron a partir de una institución o sociedades de las cuales Lillo fue partícipe. Así, por ejemplo, algunos de estos acápites estuvieron dedicados a abordar algunos de sus recuerdos en la Academia Literaria de la Escuela Militar, el Instituto Pedagógico, la Academia Chilena de la Lengua y el Instituto Nacional. Un lugar especial en este conjunto tuvo el Ateneo de Santiago, pues fue una de las asociaciones a las que más se refirió, tanto al llamado "Antiguo Ateneo" como al "Nuevo", del cual fue uno de sus impulsores.

El libro incluyó, además, un índice final de quince páginas titulado "Personas que figuran en este libro con un estudio especial o con breves comentarios", en que Lillo reunió alfabéticamente a las figuras del mundo intelectual o político que mencionó en su obra.

Respecto a su recepción, en el mismo año de su aparición, Daniel de la Vega (1892-1971) valoró las referencias del libro a la vida literaria de antaño: "Es un libro que se encuentra a cincuenta años de distancia de esta época erizada y estridente. Para cada uno de los que pasaron a su lado, don Samuel tiene una frase bondadosa. Una paz espiritual que nos conmueve, ilumina todas sus páginas. El autor contempla a los hombres desde la altura de su corazón limpio y los perdona. En este tiempo en que ni siquiera hay luchas, sino rencillas, sorprende este libro que trae un acento de antaño. Ya no se habla así. En este libro volvemos a encontrar la voz de mucha gente grande y desaparecida, magníficos abuelos que hablaron con una sabiduría que ya se perdió" (De la Vega, Daniel. "Don Samuel Lillo". Las Últimas Noticias 18 agosto 1997, p. 20).