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Fuente secreta (1933)

Samuel Lillo Figueroa publicó en 1933 el libro de poemas Fuente secreta, el que ha sido considerado como iniciador de una "nueva época en la obra poética del autor" (Araneda, Fidel. "Don Samuel A. Lillo y El Ateneo de Santiago". Atenea. Número 397, 1962, p. 159). La obra se editó con el subtítulo "Poesías líricas" e integró treinta composiciones poéticas del escritor.

El libro abrió con una dedicatoria a la memoria de Amantina Quezada, esposa del autor, quien había fallecido en 1931. En su libro de memorias, Espejo del pasado (1947), Lillo comentó que el génesis de Fuente secreta estuvo vinculado a este acontecimiento en su vida: "Y escribí, después de muchos meses de agonía, mi libro Fuente secreta, que fue como un cauce recién abierto por el cual corrieron libremente las aguas salobres de mi llanto, dejando que mi corazón se aliviara con las impresiones, a la vez tristes y confortadoras, de una nueva vida del espíritu que el dolor me había preparado" (Espejo del pasado. Santiago: Nascimento, 1947, p. 403-404).

La crítica literaria ha comentado que esta obra marcó un cambio respecto a sus libros de poesía previos. En un artículo publicado originalmente en la revista Atenea, Januario Espinoza (1879-1946) comentaba en relación con la publicación de Fuente secreta en 1933 que "hasta hace cinco años, don Samuel A. Lillo era considerado más bien como un poeta épico o descriptivo. Pero entonces, su Fuente Secreta nos mostró un desconocido aspecto suyo: la poesía que nace en lo más hondo del alma. El viaje sin retorno de la amable compañera de su vida fue como la varilla mágica que tocó su más sensible fibra, y sus versos reflejaron una real pesadumbre" (Espinoza, Januario. "Don Samuel Lillo". Simiente. Números 68 y 69, 1928, p. 19).

En relación con el carácter lírico de la obra, Miguel Ángel Díaz comentó que en Fuente secreta "el poeta se adentra en su propio ser y en sus versos está esa nota elegíaca del amor que floreció un día, pero del que hoy, desaparecido en su manifestación material, solo quedan las cenizas siempre amadas de su recuerdo. En esto se refugia el poeta y nos ofrece una serie de poemas, cuál de todos más sugestivos en su fuente de inspiración amorosa, pero que solo está asida al recuerdo de la eterna ausente" (Díaz, Miguel Ángel. "Vida y obra de Samuel A. Lillo". Occidente. Número 233, 1971, p. 19).

Este tono más íntimo de su poesía, por ejemplo, se ha visto en el poema "Los dos retratos", calificado como uno de los "inolvidables poemas de este libro", cuyo asunto estuvo "motivado por una fotografía" de Amantina Quezada (Mya, Andrés. "El cantor de Arauco". El Coirón Cordillerano. 4 febrero 1994, p. 8).

En relación con el aspecto formal del libro, se ha mencionado que "en estos poemas desaparece la rima de los antiguos" -lo que caracterizaba los cantos poéticos que publicó durante las primeras dos décadas del siglo XX- y que en todos los versos de Fuente secreta "hay una encantadora sencillez que produce el ritmo y la belleza en la estrofa" (Araneda, p. 160).