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Un juez rural (1924)

Un juez rural es una novela de Pedro Prado publicada en 1924. Los primeros acercamientos críticos al texto observaron la influencia de una estética realista, sin embargo, en lecturas realizadas a fines del siglo XX e inicios del XXI, esta inscripción ha sido problematizada.

La novela narra la historia de Esteban Solaguren, arquitecto y pintor, quien debe ejercer por algunos meses el cargo de juez en el sector del "pueblo de Renca". En este rol, Solaguren enjuicia varias causas que se le presentan, momentos en los que permanentemente reflexiona acerca de las limitaciones de la ley. Hacia el final de la novela, este "juez rural" renuncia por medio de una carta, en la que expresa la problemática moral que lo lleva a dejar su puesto: "La verdad es, señor Intendente, que estoy confuso hasta la angustia. Tarde, demasiado tarde, con gran dificultad, vislumbrándolo apenas, vengo a caer en la cuenta de que la justicia es un deseo, un ansia, lejos de nuestra medida, y distante de toda humana comprensión" (Prado, Pedro. Un juez rural. Santiago de Chile: Andrés Bello, 1980, p. 99).

En el libro dedicado a la obra general del autor, Pedro Prado, un clásico de América, Julio Arriagada y Hugo Goldsack plantearon que Un juez rural "fue la única novela de tipo realista que concibió y realizó", siguiendo lo propuesto por Alone en su Panorama de la literatura chilena. También estos autores recuperaron la idea del crítico respecto de los elementos autobiográficos presentes en el libro: por un lado, la existencia de algunas características similares entre el protagonista de la obra y Prado, ambos arquitectos y pintores; y, por otro, el hecho de que el escritor había sido "juez en su barrio suburbano" (Pedro Prado, un clásico de América. Santiago de Chile: Revista Atenea, 1952, p. 73).

Guillermo Gotschlich indicó que la inscripción de la novela en la estética realista podría relacionarse con cierta coincidencia de la obra con "el realismo vigente de los años veinte" y por el contraste con las otras novelas del autor: "Al lado del aparente exotismo de una novela abiertamente nacionalista como La reina de Rapa Nui y la magia de Alsino, Un juez rural es entre las narraciones del autor la más objetivamente ligada a los temas criollistas en el momento de su publicación". Sin embargo, Gotschlich manifestó que "resultaba extraño" que el libro "haya sido tan fácilmente encasillado por algunos rasgos temáticos secundarios de acuerdo a la orientación del realismo del siglo XIX". Para el crítico, esta visión es "reductora en relación a la excepcional muestra de una de las primeras narraciones en las que aparece el retrato del artista, en cierta forma de su plenitud y limitación humanas" (Gotschlich, Guillermo. "Un juez rural de Pedro Prado. Del documento a la creación artística". Signos. Número 37, 1995, p. 20).

Gotschlich planteó que la obra es "muy próxima a la forma de la novela contemporánea", principalmente por una "restrictiva posición del narrador y la presencia del protagonista como conductor de su proceso interno", lo que desmentiría "el encuadre realista que le ha impuesto la crítica. El grado de relatividad a que se ha sometido al mundo y a sus expresiones conforman una perspectiva excepcional en el marco de lo que ha sido la visión general de la novela moderna", a lo que sumaría, además, la situación existencial de este personaje. En este sentido, indicó que "las sugerencias que el lector percibe no son las de un mundo acabado y completo, sancionado por una visión superior y orientadora, sino las de un espacio novelesco abierto, sugerente por los cuestionamientos explícitos que quedan expuestos al personaje y en los cuales el receptor deberá leer el sentido del misterio que le ha sido propuesto" (Gotschlich, p. 30-32).

Claudio Agüero, desde una perspectiva del Derecho en la Literatura, cuestiona la vinculación de la novela con la estética realista y, de manera adicional, su relación con la práctica del derecho. Para el investigador, la novela "se construye en torno a una alegoría de las virtudes", idea que estableció a partir del análisis del actuar judicial de Solaguren. El protagonista del libro de Prado "se aleja de la realidad judicial chilena de la época", que se acercaba más a la puesta en práctica de la ética kantiana que consideraba un "razonamiento práctico basado en reglas universales", mientras que el personaje resolvía los casos que se le presentaban "a conciencia". Este actuar, "no siendo posible en la realidad, posiciona simbólicamente a Solaguren por sobre el derecho positivo mediante su liberación de las obligaciones prototípicas que el juzgador tiene en los sistemas jurídicos liberales: interpretar la ley y valorar los medios de prueba" (Agüero, Claudio. "Las virtudes judiciales y la novela Un juez rural de Pedro Prado: apuntes para un problema ideológico". Revista chilena de derecho y ciencia política. Año 1. Volumen 1, número 2, Año 1, 2010, p. 34).