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La educación científica de la mujer (1873)

Cuando se pesan los destinos de esta mitad del género humano, tan calumniada a veces y tan apasionadamente defendida otras, la opinión de una mujer, por muy desautorizada que ella sea, siempre tendrá algún valor en tan delicada cuanto importante materia

(Undurraga, Lucrecia. "La condición social de la mujer en Chile". Sud-América. Tomo 1, Santiago, 25 de agosto de 1873, p. 822).

Eugenio María de Hostos (1839-1903) fue un intelectual puertorriqueño reconocido por su lucha por la abolición de la esclavitud en las Antillas, además de su influencia en materia educativa en el continente. Su formación la realizó en España, donde estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid. Posteriormente, se trasladó a París, ciudad desde la que se embarcó a Nueva York, donde se involucró en la causa independentista cubana.

En la década de 1870 realizó un viaje por Sudamérica, recorriendo Perú, Argentina, Colombia, Brasil y Chile. Durante su primera estadía en Chile, entre los años 1872 y 1873, publicó textos como Hamlet: ensayo critico (1872), la memoria Chile en su exposición de septiembre (1873) y dictó una serie de tres discursos sobre la educación científica de la mujer en la Academia de Bellas Letras, entre los meses de junio y julio de 1873. Posteriormente, a fines de 1880, volvió a Chile, donde permaneció alrededor de una década.

Estos discursos, publicados en la revista Sud-América (1873-1874), tuvieron una amplia repercusión en la intelectualidad chilena, en un contexto de transformación social, cultural y de modernización institucional en el que temas como el matrimonio civil, la libertad de culto, la libertad de enseñanza y, específicamente, el acceso igualitario a la educación de las mujeres, eran parte del escenario discursivo de las elites intelectuales (Riveros, Luis. "Eugenio María de Hostos: educador y político". Universidad de Chile. 11 de agosto de 2003. Recuperado del portal de la Universidad de Chile, consulta: agosto de 2020).

La propuesta de Eugenio María de Hostos se materializó en un programa educativo que incluía el estudio de nociones de Matemáticas, Astronomía, Física, Química, Biología y Sociología, comprendidas como las seis ciencias generales para el conocimiento de las leyes del universo.

El programa para la educación científica de la mujer se basaba en la premisa de la igualdad de facultades cognoscitivas de los seres humanos y extendía su objetivo al progreso de las nuevas sociedades republicanas, "en una época de reconstrucción moral e intelectual" (Hostos, Eugenio María de. "La educación científica de la mujer". Sud-América. Tomo 1, Santiago, 10 de junio de 1873, p. 234). Esta premisa era reconocida por la intelectualidad de la época, como se daba cuenta en la intervención realizada por Augusto Orrego Luco (1848-1930) en la misma Academia de Bellas Letras, quien enfatizó en la "indisoluble comunidad de derechos" entre hombres y mujeres, específicamente, en el espacio matrimonial ("La educación de la mujer. Carta a don Fanor Velasco leída en la Academia de Bellas Letras". Revista de Santiago. Tomo III, 1873, p. 403). Sin embargo, aunque aceptada en los ámbitos letrados, esta idea tenía aún cierto grado de oposición, sobre todo considerada en relación con los deberes y derechos reconocidos a las mujeres en un contexto cultural en el que su ámbito de influencia estaba ceñido mayormente al espacio doméstico.

Entre los críticos de Eugenio María de Hostos, Luis Rodríguez Velasco (1838-1919) -poeta que posteriormente asumió el cargo de Ministro de Justicia e Instrucción Pública en el gobierno de José Manuel Balmaceda (1849-1891)- pronunció el discurso "Ligeras observaciones sobre la educación de la mujer", en el que, concediendo la idea de que la educación era "la base de todo progreso y todo bienestar", reafirmó la concepción instalada en el discurso público ya hacia la década de 1850 de una maternidad republicana, reforzando la separación de ámbitos, roles, derechos y deberes entre hombres y mujeres y, de paso, la jerarquización del espacio social: "Pues bien, en toda sociedad, de cualquiera clase que ella sea, los distintos socios tienen distintas obligaciones, distintas clases de labor, distintos medios que, convergiendo al mismo fin, vienen a formar la unidad del trabajo (…). No se pretenda entonces que el hombre y la mujer cumplan iguales deberes y llenen iguales funciones. La naturaleza entera se opondría a ello" (Rodríguez Velasco, Luis. "Ligeras observaciones sobre la educación de la mujer". Sud-América. Tomo 1, Santiago, 25 de julio de 1873, p. 532).

En esta controversia producida por los discursos sobre la educación científica en la Academia de Bellas Letras, la única mujer que participó fue Lucrecia Undurraga (1841-1901), quien junto a Rosario Orrego (1831-1879), hacia la década de 1870, era considerada "parte del campo cultural chileno" (Ulloa Inostroza, Carla. "Lucrecia Undurraga y el periodismo liberal de mujeres en el Chile decimonónico: La Brisa de Chile (1875-1876) y La Mujer (1877)". Escritoras chilenas del siglo XIX. Su incorporación pionera en la esfera pública y el campo cultural. Santiago de Chile: Ril editores, 2017, p. 112).

En este sentido, el discurso "Ensayo sobre la condición social de la mujer" abordó el problema de la educación científica de las mujeres que estaba siendo discutido en las sesiones de la Academia, principalmente, desde una perspectiva masculina que reducía el asunto al espacio doméstico o del matrimonio moderno, actualizando las figuras de la madre, la esposa o la compañera intelectual.

Frente a este debate, Undurraga -haciéndose parte en su generalidad de los argumentos del programa científico positivista de Eugenio María de Hostos-, ponía sobre la mesa el problema político y social específico de la "emancipación femenina" (Carol Arcos. "Figuraciones autoriales la escritura de mujeres chilenas en el siglo XIX". Revista Iberoamericana. Volumen LXXXII, número 254, enero-marzo 2016, p. 59), situándose en una relación dialógica y crítica, aunque conciliadora, con los discursos vigentes entre los intelectuales decimonónicos.