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Biblioteca chilena de traductores (1820-1924)

Varias de las personalidades de las letras nacionales del siglo XIX e inicios del siglo XX iniciaron su trayectoria intelectual como traductores, entre ellos, Andrés Bello (1781-1865), Diego Barros Arana (1830-1907), los hermanos Manuel (1835-1892) y Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), Guillermo Matta (1829-1899), Zorobabel Rodríguez (1839-1901) y Luis Rodríguez Velasco (1838-1919). Teniendo en consideración el papel de la traducción en la formación de la intelectualidad chilena, José Toribio Medina (1852-1930) llevó a cabo su Biblioteca chilena de traductores, un registro de las traducciones realizadas en Chile entre los años 1820 y 1924. Este registro apareció originalmente como libro en 1924 y, posteriormente, en el año 1925, en forma parcial en los Anales de la Universidad de Chile (1843-); tuvo también una reedición completa en este mismo año.

En el prólogo de esta investigación, Medina señaló que su intención inicial fue llevar a cabo un registro de las traducciones realizadas por autoras y autores chilenos, sin embargo, ante el trabajo realizado por intelectuales extranjeros en el país, decidió modificar el criterio original e integrar todas las traducciones realizadas en suelo nacional -con independencia de la nacionalidad de sus autores- que hubieran sido publicadas en formato de libro o folleto, dejando fuera aquellas aparecidas en medios periódicos.

En este prólogo, José Toribio Medina realizó una caracterización general del corpus que ordenó, destacando la tendencia a la publicación anónima y la predominancia de las traducciones desde el francés, lo que justificó por el prestigio de esta lengua en el país y la influencia cultural de las obras traducidas.

En mayo de 1927, año cercano a la publicación de Biblioteca chilena de traductores, aparecieron dos artículos de Alejandro Fuenzalida Grandón (1865-1942), en los que señaló el aporte del registro realizado por Medina como fuente de consulta para los intelectuales de América, a pesar de algunos cuestionamientos a la obra, como la ausencia de un índice de autores traducidos, la ausencia de una tabla de materias y la falta de investigación acerca de algunos traductores de los cuales solo se indicó sus iniciales o se les registró como anónimos ("Sobre traductores de Chile. El último libro de J. T. Medina". El Mercurio. Número 9502, 4 de mayo de 1927, p. 3; "Al margen de la Biblioteca chilena de traductores (1820-1924) ordenada por J. T. Medina". La Nación. Número 3767, 8 de mayo de 1927, p. 15).

Respecto a la recepción de la obra, Gertrudis Payàs señaló, entrado el siglo XXI, que la Biblioteca chilena de traductores ha sido valorada por los investigadores de José Toribio Medina como una obra secundaria, clasificada como "miscelánea", en la producción del intelectual, por lo cual no se ha hecho un estudio monográfico sobre ella. Sin embargo, Payàs reivindica la importancia de este registro que mira tanto a su presente como hacia el futuro: "En su escrupuloso y frío coleccionismo, que no distingue prioridades, nos parece ver, más bien, el precursor de los catálogos o registros modernos" ("La Biblioteca chilena de traductores o el sentido de una colección". Medina, Toribio. Biblioteca chilena de traductores: ordenada por José Toribio Medina. Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2007, p. 34).